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Actualizado: 9 de junio de 2025
Si había un poco de egoísmo en él, después lo veremos. Ya se marchaba, cuando Pascuala salió de la cocina asustada, y dijo: ¡El amo! No abras dijo Clara temerosa. Espera: escóndase usted. Pero Elías, que tenía llave, no necesitaba que le abrieran para entrar. No importa dijo el militar, que trataba de serenar á Clara. Coletilla abrió y entró. Venía cabizbajo y abstraído.
Acabada la ceremonia, el amigo de don Hugo y los testigos se retiraron, y yo, triste y temerosa por aquellas bodas que se habían hecho junto á una moribunda, me quedé velando su agonía. Al amanecer murió. Aquel día un escribano vino á abrir el testamento. La buena doña María había dejado todos sus bienes, que eran muchos, á la esposa de su sobrino. Yo era ya rica.
A poco abríase en su vida un paréntesis negro, tenebroso, ante el cual la maledicencia misma se detuvo aterrada, temerosa de resbalar en un charco de sangre... Un día, el 27 de diciembre, un trabucazo tendió en la calle del Turco a la audacia más temeraria que dio impulso a la Revolución.
Dorotea se estremeció de nuevo, retiró vivamente la pera y la mordió exclamando: No, no; esta es para mí, para mí sola. Y temerosa de que don Juan pudiera arrebatarla ni una pequeña parte de aquel confite mortal, le devoró. A seguida cayó de rodillas. ¿Qué haces, Dorotea? dijo don Juan. ¡Dejadme! ¡dejadme orar! exclamó la joven. ¡Orar! exclamó asombrado don Juan.
Quedose María al verla sobrecogida y temerosa, porque adivinó con su instintiva perspicacia, o más bien con lo que el vulgo llama corazonada, el objeto de aquella visita.
La temerosa y desconsolada señora, sin entrar en cuenta de lo que don Quijote pedía, y sin preguntar quién Dulcinea fuese, le prometió que el escudero haría todo aquello que de su parte le fuese mandado. -Pues en fe de esa palabra, yo no le haré más daño, puesto que me lo tenía bien merecido.
Del estado de la ciencia náutica entonces, de las cartas, instrumentos, fórmulas, de que en la navegación se pudieron utilizar, también se ha hecho estudio auxiliar de los otros; con todo, no satisfacen en junto á la curiosidad, deseosa de penetrar cuanto atañe á la vida de los expedicionarios en su temerosa empresa.
Nunca se apartaba della la gitana vieja, hecha su Argos, temerosa no se la despabilasen y traspusiesen; llamábala nieta, y ella la tenía por abuela.
Cuando la procesión temerosa había desaparecido, se presentó en remota lejanía la silueta gentil de Fernando; llevaba en la mano un ramillete de borrajas y una gorra de marino sobre el endrino pelo rizoso. A Carmen se le aceleró entonces el corazón con un latido ardiente, y la imagen de Fernando se inclinó, muy galante y zarandera, para ofrecer el ramo de flores a una moza que pasaba.
La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a don Quijote encima de un hombro, por encima de la rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura.
Palabra del Dia
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