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Actualizado: 9 de julio de 2025


Era Doña Francisca una señora excelente, ejemplar, de noble origen, devota y temerosa de Dios, como todas las hembras de aquel tiempo; caritativa y discreta, pero con el más arisco y endemoniado genio que he conocido en mi vida.

Finalmente, la luna se abre paso entre los espacios del cielo: lo mismo cuando su claridad, tierna y temerosa como la mirada de una virgen, tiembla bajo las sombras transparentes, que cuando cae en haces de luz sobre el misterio de la llanura, prestando a todos los objetos encantos inexplicables y dulzuras infinitas; es entonces cuando los bosques se pueblan de rumores misteriosos, de secretos, de pompas.

Ahora pensaba en que había ido a aquel vasto imperio a calmar por la expiación una protesta temerosa de la conciencia, y por fin, impelido por una impaciencia nerviosa, partía, sin haber hecho más que deshonrar los bigotes blancos de un general heróico y haber recibido una pedrada en la oreja en una ciudad de los confines de la Mongolia. ¡Extraño destino el mío!

Su mente se acaloraba ante la temerosa contingencia de que el almuerzo saliera mal. Pero si salía bien, ¡qué triunfo! El corazón le latía con fuerza, comunicando calor y fiebre a toda su persona, y hasta la pelota de algodón parecía recibir también su parte de vida, palpitando y permitiéndose doler. Por fin, todo estuvo a punto.

Como quiera que fuese, la verdad es que Serafina, que jamás notó que don Andrés persiguiese a Juanita, aunque si lo hubiera notado no lo hubiera dicho, porque no le convenía decirlo, notó muy bien los atrevimientos de don Alvaro y sus persecuciones a Juanita, y enojada y temerosa de una usurpación de atribuciones, acudió a doña Inés con el soplo.

Si hablas una palabra más, viro de bordo, y me vuelvo a la fiesta. Distinguíanse aún los cantos de los bebedores. ¡Viva la Mancha que da vino en lugar de agua! Dolores calló, temerosa de que Manuel realizase su amenaza. José dijo Manuel a su cuñado, que también era de la comitiva , ¿está la luna llena?

Las puertas de calle se abren pesadamente, dando paso a esa emanación peculiar que bien pudiera llamarse el regüeldo matinal de las casas, mientras la sirvienta que abrió la puerta, se alisa el despeinado cabello, como temerosa de que la sorprenda el lechero, el vigilante, el repartidor de pan o el mucamo de enfrente...

El día 6, ya con el dogal al cuello, triste y apenas sin esperanza, con ganas de echarse a llorar y sintiendo en su alma como un secreto anhelo de confesarse a su marido, Rosalía volvió a casa de Sobrino Hermanos. Iba por distraerse nada más y arrancar de su cerebro, durante un rato, la temerosa imagen de Torquemada.

Andaba la Asumpcion tan temerosa, Que padres á los hijos no hablaban, La muger del marido recelosa, Las madres de las hijas se guardaban. Justicia del Señor muy rigurosa, Las cosas de Mendieta figuraban Castigo en recompensa de pecados, De los presentes vivos y pasados.

Ha sido casi necesario emplear la fuerza para sacarlo de su retiro. Con paso torpe ha salido tambaleándose del molino. Ha encontrado a su mujer acurrucada en un rincón, con las mejillas pálidas y la mirada temerosa.

Palabra del Dia

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