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Actualizado: 19 de junio de 2025
Cuando su mujer salía a abrirle y le enseñaba su dentadura, semejante al teclado de un piano, y lo blanco de sus ojos, grande como un plato, cuando se estrechaba contra él, el pobre experimentaba una repulsión invencible y pensaba, con un dolor cruel, en los seres dichosos que tenían mujeres blancas y niños blancos. ¡Querida mía! decía.
Era un empleado, un padre de familia; pero ¿dónde estaban sus actos? ¿Qué había hecho? Buscó en los repliegues de su memoria, recorrió mentalmente los años pasados, como se recorre con los dedos el teclado de un piano, y los halló vacíos, desprovistos de sentido. «¡Vamos, señorita! balbuceó con la cabeza baja y gesticulando . Es idiota creer que soy un espía. ¿Yo espía? ¡Qué insensatez!
Ahora toca Juanillo, toca con todas tus fuerzas. El ciego comenzó a ejecutar una marcha guerrera. El silencioso hotel se estremeció de pronto, como una caja de música cuando se la da cuerda. Las notas se atropellaban al salir del piano, pero siempre con ritmo belicoso. Santiago exclamaba de vez en cuando: ¡Más fuerte, Juanillo, más fuerte! Y el ciego golpeaba el teclado, cada vez con mayor brío.
Yo, de pie al lado de ella, miraba flotar sus manos sobre el teclado y buscaba la expresión de su rostro graciosamente inclinado, y de sus ojos, en los cuales se reflejaba instintivamente el sentimiento de aquellas frases sabias y poéticas a la vez que se elevan como los ecos de una plegaria... Por fin se extinguió la última nota y Valentina levantó la cabeza...
Algunas noches, Spadoni se quedaba con un codo en el teclado y la frente en la diestra, como si la música le ensimismase, cuando, en realidad, lo que danzaba debajo de sus melenas eran cuadrados rojos y negros, muchos naipes y treinta y seis números formando tres filas presididas por el cero. El príncipe, molestado por este silencio, se dirigía á Castro. Cuéntanos algo de tu abuelo don Enrique.
Mi amiga, al pronunciar la última frase de la leyenda del puente, cuyo nombre del suspiro se debe sin duda á las flores que crecen á su alrededor, vertió una lágrima á la memoria de Hasay, lágrima que se deslizó al blanco teclado del piano, sobre el que maquinalmente apoyaba sus dedos.
Ahora toca Juanillo, toca con todas tus fuerzas. El ciego comenzó a ejecutar una marcha guerrera. El silencioso hotel se estremeció de pronto, como una caja de música cuando se la da cuerda. Las notas se atropellaban al salir del piano, pero siempre con ritmo belicoso. Santiago exclamaba de vez en cuando: ¡Más fuerte, Juanillo, más fuerte! Y el ciego golpeaba el teclado, cada vez con mayor brío.
La noble viuda comprendió debía confiar la educación de su hija á uno de esos centros en que la vida se auna con el saber, formando de la niña que juega con la muñeca, la mujer que piensa en las hojas del libro, ó siente ante el teclado del piano. De la muñeca al piano, hay la misma distancia que de la crisálida á la mariposa.
Ahora todos se mostraban ansiosos de lucir sus habilidades, y apenas se retiraban del teclado unas manos, caían otras sobre él vigorizadas por el descanso. Voces femeniles entonaban romanzas sentimentales en italiano, cancioncillas picarescas en francés y jotas de zarzuela española.
Cuando el joven hubo terminado una ritornela brillante y paseaba distraído sus dedos sobre el teclado, Juana creyó llegado el momento fisiológico: ¡Qué talento tenéis! díjole , y a más, pintáis muy bien, según dicen. Borroneo un poco... ¡Qué cosas tan curiosas hay en este mundo... cosas inexplicables! articuló la joven como hablándose a sí misma. ¿Soy yo, señora, quien os sugiere esa reflexión?
Palabra del Dia
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