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Cuando entró en su casa doña Juana de Velasco, duquesa de Gandía, de vuelta de palacio, se encerró diciendo á su dama de confianza: Cuando vengan don Juan Téllez Girón y su esposa doña Clara Soldevilla, introducidlos y avisadme. A seguida se sentó en un sillón, y quedó inmóvil, pálida, aterrada, muda como una estatua.

¡Oh! no temáis, señor; yo no cómo lo he dicho á vuecencia; ¡estaba loco!.., pero ahora, con el amparo de vuecencia, es distinto... distinto de todo punto... empiezo á vivir de nuevo. Id, pues, á ver á doña Ana, y convenid con ella á qué hora podré verla esta noche. Iré, señor. Y volved á avisarme. Volveré. Buscad á don Juan Téllez Girón, y dadle de mi parte esa cruz. Le buscaré.

Si fuera por acaso don Juan Téllez Girón... ¿Mi supuesto sobrino? , ; él ha pasado hasta ahora por sobrino vuestro... la Dorotea le ama... le ama con toda su alma... ; , señor. Y pudiera suceder también que no sea á don Juan á quien se quiera matar... sino á su mujer... doña Clara de Soldevilla... ¡Dios mío!

La partida de bautismo de don Juan Téllez Girón, hijo natural del excelentísimo señor duque de Osuna, y de una principalísima dama, cuyo nombre, según decía la partida, se ocultaba por la honra de la misma dama. Juan apartó aquel papel y tomó otro.

¿Pues cuántos maridos tiene doña Clara? Uno: el sobrino del cocinero del rey, que es lo mismo que don Juan Téllez Girón. ¡Ah! ¡es cierto! me había olvidado. Pero estamos perdiendo el tiempo. Debemos concluir por el momento. Tenemos prendas recíprocas... es decir, estamos unidos por la necesidad. Sepamos cómo quedamos. ¿Pues cómo hemos de quedar? Unidos como hemos debido estarlo siempre.

Don Pedro Téllez Girón no era un amante vulgar. Irritado como se encontraba por la resistencia de doña Juana, debía poner en juego todos sus recursos.

A cambio de tu favor con el rey, la prisión de don Francisco de Quevedo y don Juan Téllez Girón ante la justicia, como homicidas de don Rodrigo Calderón. Lo haré... dijo el duque ¿pero esas cartas, esos secretos?... Las unas y los otros los guardo yo como armas preciosas. Escucha dijo el duque ; yo puedo enriquecer á Dorotea, enriquecerte á ti...

Pero me voy; ya os he dado el mensaje que os traía, y me espera su majestad y salió. Apenas había salido doña María, cuando entró una doncella. Señora dijo , un caballero pregunta por vos; yo le he dicho que no acostumbrábais á recibir visitas, pero me ha contestado riendo, que estaba seguro que vos le recibiríais. ¿Cómo se llama ese caballero? Se llama don Juan... don Juan... ¿Téllez Girón?

Al pronto no le había conocido, porque difícil era reconocer en aquel arrogante mozo al débil jovencillo Jacobo Téllez-Ponce, casado doce años antes con la marquesa de Sabadell, prima lejana de Currita; desde entonces no había vuelto a verle esta, y jamás le hubiera reconocido si, corriendo a ella Leopoldina Pastor, no le dijera: ¿Has visto a Jacobo Téllez?... Decían que se había casado en Constantinopla con una turca monísima... ¿Qué traerá aquí ese indecente?

Por lo que sufres, conozco que he acertado en todo; voy ahora á decirte las razones que tengo para creer que la duquesa de Gandía te ha obligado á que no prendas á Quevedo. La duquesa de Gandía es madre natural de don Juan Téllez Girón. Dió un salto sobre el sillón Lerma y volvió á caer desplomado. Aquella noticia le espantó.