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Actualizado: 19 de junio de 2025


Los domingos asistíamos regularmente a la misa cantada, que era el único oficio de la mañana, pues el cura no tenía teniente. Mi tía entraba primero en nuestro banco blasonado; seguíala yo, Susana luego y Petrilla cerraba la marcha. Nuestra iglesia era vieja y pobre.

Es cierto que se hacía culpable del pecado de desobediencia, pero Dios sabía por qué lo hacía y había de perdonarla, en razón de sus buenas intenciones. Susana tomó la carta. Lo que Quilito decía, ya se adivina.

Esta prueba de amistad, venida de tan lejos, y tratándose de un amigo que hubiera podido olvidar fácilmente desde las alturas de su actual bienestar y de sus distracciones, me ha causado una profunda alegría. 11 de marzo de 1821. ¡Albricias! Creo poder casar muy cerca de aquí, convenientemente y casi en familia, a mi bella Susana.

Si no había criado, ella lo hacía, y arreglaba los cuartos y tendía la mesa; una vez, se despidió a la cocinera, y como el servicio anda así, como Dios quiere, Susana tuvo que ir a la cocina y preparó un almuerzo que daba gloria. ¡Esta Susanita decía el padre, es tan buena! si ella faltara, no qué sería de la casa.

Y a la tarde, durante la comida, ostentó el benigno aspecto de un perro a quien se le arrebata un hueso. Reñía a Susana, quien a su vez la enviaba a paseo, pegábale al gato, arrojaba sobre la mesa los cubiertos haciendo un barullo espantoso, y por último, exasperada por mi actitud impasible y burlona, tomó una botella y la tiró por la ventana.

Dos mujeres vulgares se hubieran dejado insensiblemente sojuzgar por las circunstancias anormales de la situación. En Susana y Valeria sucedió lo contrario: ellas se impusieron a la índole del caso. Ni la protectora imperaba como ama, ni la protegida parecía dominada como sierva. El afecto, más aún, la buena educación y delicadeza de sentimientos, hacían las humillaciones imposibles.

Susana oía extasiada, y se hacía repetir los detalles: ¿decía que el cuarto del tío estaba de este lado? ¡ah! después del comedor.

Mi marido se muestra también muy favorable a ello; Susana ignora aún ser el objeto de estas entrevistas y cuchicheos, pero es tan sencilla, tan pura y obediente, que no dudo bajo ningún concepto de su conformidad tan luego yo le hable del caso. 11 de marzo. Las buenas noticias se aglomeran.

Mira, Susana, que haces tan bien el guiso de pollo, ¿quieres enseñarme a hacerlo? Eso no os incumbe, señorita; quedaos en vuestros departamentos y dejadme tranquila en mi cocina. No surtiendo ningún efecto mis medios de corrupción, enderecé el fuego hacia otro punto. ¿Sabes una cosa, Susana? ¿Sabes que debes haber sido muy linda en tu juventud?

Preocupábame mucho de la impresión que iba a producirle, pues tenía perfecta conciencia de que el vestido negro y el original sombrero con que me había ataviado Susana, eran muy ridículos. Este desgraciado sombrero me causaba verdaderas torturas, es decir, torturas morales.

Palabra del Dia

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