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Actualizado: 19 de junio de 2025


Gutiérrez se prendó de Susana que por primera vez tomó el amor en serio, fue correspondido, y entraron en relaciones, procurando que permaneciesen ignoradas del tutor: únicamente cuando ella adquirió el convencimiento de que su novio era hombre que valía mucho como inteligencia y como carácter, le autorizó a que la pidiese en matrimonio.

Has dicho una gran verdad, Susana; pero contéstame. ¿Un capón será bastante? No es un capón, señorita, es un pavo; mire usted. Y Susana, con un sensible ímpetu de orgullo, abrió el asador y me hizo admirar el ave que bien cebada por sus cuidados y los de Petrilla, pesaba por lo menos doce libras.

Seguramente, señorita, me vais a hacer decir disparates... y me voy. Y dirigiéndome la más hermosa de sus reverencias, desapareció en las profundidades de su lechería con cuya puerta me dio en la nariz. ¿Por qué diría disparates?... Vamos; no tengo más que recurrir a Susana; lo que falta es que no quiera hablar. Entré a la cocina.

Si fue por mira interesada o en acatamiento de aquel impulso de caritativa amistad, nadie lo sabrá nunca, pero lo cierto es que el tutor accedió al ruego, y pasados unos cuantos meses, ambas educandas salieron el mismo día del colegio, yendo Valeria a vivir a casa de Susana. La intimidad del hogar fomentó el cariño nacido en el convento.

La misión de las madres sobre la tierra, termina con el día en que ven asegurada la dicha de aquellos que son sangre de su sangre. Espero rezar al pie de estos mismos altares, por iguales ceremonias, alguna vez más, porque hoy me han hablado de un buen partido para mi hermosa Susana; ¡dichoso, dichoso aquél a quien Dios tenga destinada la posesión de semejante ángel!

Desde muy niña fué así Susana, de una pasta que ni amasada por manos de ángeles.

Es un hombre como otro cualquiera y se conformará con lo que le den. Susana, ¡un hombre como otro cualquiera! exclamé indignada. Entonces ¿no lo has visto? Ya lo creo que lo he visto, señorita, y hasta puedo afirmar que lo he oído. ¿Acaso le es permitido a ningún cristiano aporrear de ese modo la puerta de una casa decente? Con todo, enamoriscaos de él si queréis, que a ...

Los ojos azules de Susana alborotaban los sentidos; los ojos negros de Valeria, por dulces y serenos, inspiraban más cariño que deseo. No había entre ellas rivalidad posible. El hombre que se prendase de una no podía racionalmente enamorarse de otra.

Doña Inés, discurriendo sobre esto, pensó que al fin y al cabo Susana sólo tuvo que defenderse de dos viejos petates y no de un hombre guapo, rico y joven aún, como el cacique. Lucrecia, a lo que doña Inés entendía, sucumbió, aunque se mató después.

Quien primero descubrió el juego fue Valeria: comunicó a Susana la sospecha y trataron ambas de ponerse a la defensiva; mas por desgracia era tarde para evitar gran parte de los males que temían.

Palabra del Dia

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