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Actualizado: 19 de julio de 2025


El criado de Esteven era muy bruto, y se permitía ofrecerle puntapiés cada vez que le veía; luego, como misia Gregoria estaba con frecuencia en la pieza que da al recibimiento, no era posible hablar a Susana, sin que ella lo pispara.

Susana, sabedora de lo que ocurría, movida del cariño y conocedora del terreno que pisaba, regaló a una monja que hacía de pasanta una crucecita de plata, rogándole que a cambio del obsequio, llevase a Valeria un regalito, consistente en un huevo de marfil, dentro del cual había un rosario.

Susana, consternada, no había dicho palabra. Hojeaba, delante del piano, su cuaderno de música, tan abstraída en la lectura de fusas y semi-corcheas, que parecía no haber oído nada, no haber visto nada.

Pero, ¿qué culpa tenían Susana y él si hubo o dejó de haber en la malhadada testamentaría del abuelo? ¡Renunciar a Susana! nunca, aunque en ello se empeñaran el cielo y la tierra juntos. Se amaban hacía tiempo, de lejos, porque las chicas no iban a bailes y no había medio de hablarse, y se decían muchas cosas con los ojos cuando se veían, que las cartitas traducían luego en períodos almibarados.

¿Cuál es tu opinión sobre los hombres... y las mujeres? añadí pensando que era un rasgo de ingenio el extender mis estudios sobre ambos sexos. Apoyose Susana sobre su escoba, tomó su aspecto más avinagrado y me respondió con una convicción contundente: Señorita, las mujeres no valen mucho; pero los hombres no valen nada. ¡Oh! protesté yo, ¿estás segura de ello?

Un lunes, día de feria, mi tía, el cura y Susana tuvieron que ir a C * Mi tía decidió, como siempre, que yo quedara al cuidado de Petrilla, y fue esta vez la primera, que en mi vida, me encantó tal decisión. Estaba más que segura de mi libertad de acción, puesto que Petrilla se ocupaba más de la vaca lechera que de mis inspiraciones.

=Gruta del jardín:= En la Gruta ó risco de este jardín hay una estátua de marmol antigua de una mujer desnuda que parece Susana ó Venus como dice la memoria antigua sentada para bañarse, mayor que del natural y que tiene lastimado un brazo. En el sitio que ocupa la escalera que sube del jardín á la librería hay cuatro nichos; el uno vacío.

Servíales de acompañante una hermana del tutor de Susana, llamada doña Gregoria, señora entrada en años, pero tan amiga de divertirse, que nunca ponía obstáculo ni entorpecimiento a cuanto las muchachas fraguaban para lucir y brillar.

¡No hagas travesuras decía mi tía, y cuidadito con ir a la huerta! ¡No me revuelva la cocina! gritaba Susana, y para almorzar, conténtese con la ternera fiambre. El cura no decía ni palabra, pero me sonreía con cariño y hacía un gesto que quería decir: Lo que es por mi, de buena gana te llevaría; pero ella no ha querido. Este memorable lunes, sucedió lo mismo de siempre.

Mi Cesarina, la que fue mi orgullo por su belleza encantadora, sepultada lejos de , detrás de ese horizonte de los Alpes, de donde veo continuamente surgir su recuerdo. Mi Susana, aquella santa que anticipadamente ostentó alrededor de su frente la santa aureola y que Dios me quitó para que yo pudiera ver en su recuerdo la imagen de un ángel de pureza. ¡Muertos los unos, ausentes los otros!...

Palabra del Dia

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