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Actualizado: 19 de julio de 2025
Bien tristemente doy principio a este nuevo libro; mi corazón está destilando sangre por el cruel estado de mi pobre Susana; parecíame que había una pequeña tregua de algunos días, creía que la enfermedad se había detenido en sus progresos; pero ayer, mi desolación llegó a su colmo, al fijarme en la debilidad, en la flaqueza y descomposición de aquella figura, ahora terriblemente transformada hasta el horror... ¡Hija de mi alma! ¡a pesar de todo, se la ve tan dulce, tan tranquila y esperanzada!
Y Susana, sentada en la banqueta, con el codo sobre la tapa del piano, escuchaba atenta, sin perder uno del hilo de nimios detalles que el filósofo iba desatando, sin hacerse rogar mucho. La casa era así, con dos patios y tantas piezas, y arriba, el cuarto de Quilito; la habitación de la tía, de este lado; después del comedor, la del tío.
¡Qué susto me has dado! exclamó Susana abandonando la banqueta, ¿por qué entras así, como un ladrón?
En tanto pensaba, a parte, que si me hubiera tocado ser su marido, la hubiese puesto a asar en el horno para zafarme de ella. Había tocado la cuerda sensible, porque Susana dignose sonreírme. Todos tenemos nuestra primavera, señorita. Susana proseguí yo, aprovechando aquella repentina blandura para llegar más rápidamente a mi objeto, tengo ganas de hacerte una pregunta...
Parece mentira que tales absurdos se le ocurran a quien está casado con una mujer, que es la casta Susana, sí señor, me ratifico, la casta Susana, mujer que antes se dejaría descuartizar que mirarle a la cara a un hombre. ¿Y si lo sabe usted, para qué arma esas tragedias? ¡Ah!, si yo tuviera una hembra así, tan hermosa, tan virtuosa; si yo tuviera a mi lado una virgen como esa, la adoraría de rodillas y primero me apaleaban que darle un disgusto. ¡Su honor!
Mi tía y Susana surgieron delante de él, y certifico que desde ese instante tuve la más favorable opinión a cerca de su valor, pues no demostró ningún espanto. Saludó levemente, y luego comprendí por sus gestos que habiéndole asustado el cielo amenazante, pedía permiso para guarecerse en el Zarzal.
Susana díjele colocándome delante de ella, con aire resuelto, ¿conque yo soy rica? ¿Quién os ha dicho tal sandez, señorita? Eso no te importa, Susana; lo que quiero es que me contestes y me digas dónde vive mi tío de Pavol. ¡Quiero, quiero! rezongó Susana, se acabó la niña a fe mía. Ídos a pasear, señorita; no os diré nada, porque nada sé. Mientes, Susana, y te prohíbo que me contestes así.
Quilito llevaba, a guisa de bandera, el faldón de don Raimundo, y gritaba: ¡Muera Schlingen! Susana Esteven repasaba al piano una sonata de Beethoven. Antes de salir a compras, en compañía de Angelita, su madre le había dicho: ¡Me atacas la cabeza, Susana, con esa sonata! Parece que tocas a ánimas o que llamas a misa.
Retíreme a mi cuarto a meditar el misantrópico axioma enunciado por Susana, bastante desalentada, pensando que yo no valía gran cosa, y que a mis desconocidos amigos, los hombres, se les daba el humillante valor del cero. Sin embargo, mis estudios me parecieron insuficientes y decidí continuarlos con ayuda de las novelas de la biblioteca.
»40 pesos para las comidas que tendríamos que devolver. A Susana le gustaba la sociedad. »20 pesos para accesorios de pintura, bordado, música, etc. Susana tenía tantas habilidades... »80 pesos para veranear. A Susana le gustaban los viajes. »20 pesos para las buenas obras. Susana daba su óbolo a todo el que se lo pedía.
Palabra del Dia
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