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Actualizado: 17 de octubre de 2025


La Princesa fué colocada en un mullido cuanto ostentoso rimero de almohadones y cojines, y dejándola bajo la custodia de la Sultana madre y de gran número de esclavas, el Sultán salió del que hubo de ser nupcial aposento, y era ahora teatro de escenas lastimosas, para conferenciar con los sabios y médicos de la corte sobre lo peregrino de la aventura.

Al llegar a la ciudad, mandé decir misas por el alma de aquel «amo viejo», a quien se le negó cristiana sepultura, aunque la halló poética, cobijada por manglares y palmeras, cerca del surtidor del «Jardín de la Sultana». Pasaron algunos meses. Un día me dijo Antonio: ¿Sabes que he escrito a San Javier, ordenando que este año se pinte a Herrera Goya de negro? ¡Hombre, no hagas eso! Ten prudencia.

Más loco debe él estar ya, que no el oráculo que busca; si se muere la Sultana, la juventud y belleza de cien ciudades de aquende y allende el mar le brindarán con otras mil beldades, y si la Sultana vive, tanto mejor si la posee muda y convertida en estatua. Esto será poseer una mariposa en estado de crisálida.... tanto mejor poseer la belleza sin alas."

Amparito, nunca te he visto tan enfadada, ni tan guapa tampoco.... Aquí está la invitación dijo sacando la cartera. Métela en ... exclamó la sultana con desprecio. Fué preciso que el banquero se humillase a rogarle que la aceptara. Al cabo de muchas súplicas se dignó tomarla. Bien; déjala ahí y vete al pasillo por haberme puesto tan nerviosa.

De esta sultana afirmaba Rafaela que descendía ella, de suerte que su nobleza era tal para cual y no menos antigua que la de su marido.

Y al decir esto, levantándose como una pulga del pavimento de la estancia, dando otra cabriola, haciéndole una higa al Sultán, y dando cuatro papirotes a los más graves del cónclave o diván, se deslizó por entre las guardias, repitiendo siempre: A la Sultana nadie la cura, si no es el rey de la locura.

Los vecinos todos se habían retirado ya a sus casas, perfectamente convencidos de que la humedad es causa de muchas enfermedades. Los balcones del café de la Estrella eran los únicos que estaban iluminados. La lluvia difundía por la atmósfera un rumor levísimo que apenas traspasaba los cristales para llegar a los oídos de la joven. A Rosarito le tocó hacer la sultana.

Otro, menos profundo y amigo de explicar las cosas por lo natural y fácil, contradijo a sus compañeros, y probó lindamente, en un discurso de dos horas y media, que la tragedia la había motivado sin duda alguna la presencia de algún tremendo salteador que, burlando la vigilancia de los guardias y venciendo los obstáculos que cercaban la real estancia y sus jardines, había venido a despojar a la sultana del inestimable collar que llevaba en la garganta.

Mientras esto pasaba por el un lado de las andas, era por el otro por donde se deslizaban los furtivos ojos de la lindísima novia. Achaques de muchachas: descuidaba el recrear la vista por lo que había de ser pasto común cotidiano de sus ojos, y éstos los fijaba a preferencia en objetos que habían de ser de más difícil alcance después para una Sultana de la Alhambra.

La palabra catalexis se oía de cuando en cuando como tema de aquella alborotada sinfonía y servía de incentivo para avivar el estruendo y la algazara. ¿Y qué es la catalexis? dijo con voz de trueno el Sultán al ver pavonearse de vanagloria al inventor de la palabra, y que con ella quedaban las cosas como antes y la Sultana tan enajenada y en peligrosa situación.

Palabra del Dia

aprietes

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