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Actualizado: 15 de julio de 2025
Hecho esto, dispuso que se proveyesen de arados y otros instrumentos agrícolas para cultivar los campos, haciendo al propio tiempo algaras y correrías por los pueblos aledaños, saqueando, devastando, y llevando prisioneros al campamento á cuantos cristianos cayesen en sus manos. Los que sufrian esta suerte eran inmediatamente decapitados, y sus cadáveres arrojados á la entrada del desfiladero.
Hasta los que llegaban de fuera, limpios de prejuicios, sufrían al poco tiempo la influencia de esta repulsión de razas que parecía diluida en la atmósfera. Una vez continuó Valls vino un matrimonio belga a establecerse en la isla, recomendado a mí por un amigo de Amberes.
En las fábricas eran los jornales superiores á los del resto de la península y no se sufrían los grandes paros á que se veía obligada la industria pobre y vacilante de otras ciudades.
Luego, esta seguridad, que colocaba á su hijo al margen de la guerra, era su tormento. Envidió la época en que arrostraba el peligro diariamente, pero con libertad. Los periódicos hablaban de las miserias de los prisioneros, de su hacinamiento en fétidos barracones, del hambre que sufrían. La vida de comodidades de la madre resultó un continuo remordimiento.
Era la tumba de su viejo amigo, el doctor Reynaud, muerto en sus brazos en 1871, y ¡en qué circunstancias! El doctor era como Bernardo, nunca iba a misa, y jamás se confesaba; ¡pero era tan bueno, tan caritativo, tan compasivo con los que sufrían!... Esta era la gran preocupación, la grande inquietud del cura. Su amigo Reynaud, ¿dónde estaría?
El sol relucía iracundo en las alturas con grandes ansias de reducir á cenizas todos los verdores del valle. El viento perezoso no les daba ayuda con leve y fresco soplo siquiera. Los árboles, las hierbas, las plantas y las flores sufrían á pie firme aquel chubasco de rayos con dignidad y resignación.
Cuantos más dolores pasa el mártir, tanto más ama la palma del martirio. Luisa y su amante se habian enamorado con un doble afecto: se habian enamorado de sus personas y de su infortunio; se amaban por lo que se amaban y por lo que sufrian; por lo que sentian y por lo que lloraban; es decir, se amaban como amantes y como héroes.
No se atrevían á dirigirse mutuas preguntas y se espiaban, temiendo sorprender en sus fisonomías la huella de una inquietud, la prueba de una pena. Hubieran querido convencerse de que habían renunciado, Roussel á sus prevenciones y Mauricio á su amor.... Pero sabían que esto era imposible y ambos sufrían.
Aún peor le sucedió á un hechicero, gran ministro del demonio, en el pueblo de San Francisco Xavier, pues los mismos cristianos le mataron á palos porque con sus mentiras y patrañas no dejaba de molestar al sencillo pueblo, y desacreditar y vituperar la santa é inocente vida de los Misioneros; ni le valió la autoridad de los Padres, que le sufrían con paciencia y le habían librado dos veces de la furia del pueblo, porque mientras un día, montado en cólera, vendía por misterios las fantasías y por verdades los sueños de su mala cabeza á ciertos nuevos cristianos, y desfogaba su cólera contra los Padres con palabras injuriosas y de escarnio, decía cosas tan indignas, que á un cacique principal, cristiano de muchos años, no le pareció que se podían ya sufrir; por lo cual, poniéndose delante de él, le quitó la gana de predicar más y de vivir, quebrándole los dientes en la boca y los sesos en la cabeza con un palo.
Los hijos del país que meses antes rodeaban al poeta con su cariñoso entusiasmo no podían servirle ahora de consuelo. Unos estaban en la guerra; otros habían huído; los demás sufrían en la ciudad toda clase de vejaciones, y para evitarlas, se mantenían ocultos en sus casas.
Palabra del Dia
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