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Actualizado: 13 de junio de 2025


Murieron en ellas el Alférez Gil de Oli y el Alférez Sebastián Hurtado y otro Alférez que se decía Iñigo de Soto, peleando como muy buenos soldados. Aunque en las demás no se peleó, no por eso dejaron de matar los turcos mucha gente en ellas, paresciéndoles que no era vitoria si no la ensangrentasen. Á Flaminio, General del Papa, mató una bala de artillería.

Ya casi en lo llano, se hallaron en un verde soto, en medio de frondosos y gigantescos árboles, y por cuyo centro se precipitaba caudaloso arroyo, dando saltos y formando copos de rizada y cándida espuma sobre el haz de sus agitados cristales. Muchas aves había por allí que ya trinaban alegres, ya volaban de rama en rama, sin el menor recelo de los hombres.

Habéis hecho bien en acechar; dadme un papel y tintero. Ruy Soto sirvió al momento los objetos pedidos al padre Aliaga, que escribió rápidamente una carta y la cerró. En el sobre se leía: «Al tribunal de la Santa inquisición».

Sin duda que el dictador es entonces potestad que de Dios procede; pero no inmediatamente, sino por medio de la República, como dice Domingo de Soto, divinitus erudita. ¿Nos hallamos nosotros en tal caso, nos inspira Dios la elección de un dictador, y para qué y quién ha de serlo?

Cuando me aproximaba á la torrecilla que se hallaba al fin del pequeño cercado, sentí un débil ruido bajo el soto de ojaranzo; en el mismo instante una forma indistinta se desprendió del follaje. Sentí un desvanecimiento repentino, mi corazón precipitó sus latidos, y vi al cielo llenarse de estrellas. ¡Margarita! dije tendiendo los brazos.

Cobo Ramírez, acercándose al grupo, les gritó: ¿Sabéis lo que pareceis, chicos? Viajantes de comercio en el soto de Migascalientes. Este parecido debió de llegarles a lo más vivo del alma. El baile perdió su encanto para aquellos jóvenes ilustres, y no tardó en extinguirse.

Había olvidado absolutamente todo cuidado por su dignidad, y como una ninfa ebria, llenaba el soto con los estallidos de su alegría casi convulsiva. Golpeaba sus manos, y á través de sus carcajadas, gritaba con voz entrecortada: ¡Bravo, bravo, señor de Bevallan! ¡Lindísimo, delicioso, pintoresco! ¡Oh, Salvator Rosa!

Vaya, mañana a las cuatro de la tarde el entierro. Lo siento, porque tenía que ir de caza con Briones dijo uno. ¡Y que no es pequeña la carrera desde la casa mortuoria a San Isidro! respondió otro. No, hombre, no apuntó un tercero ; lo llevarán a la estación del Norte para conducirlo a Soto, al panteón de familia. Las bromas no eran de buen gusto.

Cerraban las filas el Señor Don Gaspar de Puig de Orfila, Alguacil mayor con su vara alta y Don Manuel Jiménez de Soto mayor, Secretario más antiguo; quien después de subidos al tablado de la plaza y de las salutaciones recíprocas, hizo en voz la entrega de parte del Tribunal y dió nota de los Reos en papel.

Don Víctor salió de la huerta y atravesando prados, pumaradas y tierras de maíz, buscó entre las casuchas vecinas la bajada al río Soto, y por su orilla el lugar más a propósito para sentar sus reales y pescar, en cuanto volviese Anselmo con los trastos necesarios.

Palabra del Dia

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