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Actualizado: 13 de julio de 2025


Y después continuó: Gracias al petitorio que yo dirijo, se han reducido dos mil y pico de reales. Tenemos misa con orquesta de capilla, y nos predica el padre Lorenzo de Soto, que es un orador que vale un Perú. ¡Oh! no me le nombre usted dijo Salomé, apartando la cara y poniéndole delante de ella la mano abierta á guisa de pantalla: es un clérigo pervertido, contaminado con las ideas del día.

Venga vuestra señoría conmigo; cabalmente doña Clara, según me ha dicho su dueña, no está de servicio. Vamos, pues dijo el padre Aliaga. Ruy Soto encendió una lámpara de mano, abrió una puertecilla y subió por una escalera de caracol. El padre Aliaga le siguió. Poco después Ruy Soto llamaba á la puerta del cuarto de doña Clara, y daba el recado del padre Aliaga.

Volvimos á ganar á través del enmarañado soto, el sendero trazado en el bosque y descendimos hacia el río. Antes de marcharme dijo la joven quiero mostrarle la catarata, tanto más, cuanto que á mi turno pienso proporcionarme una pequeña diversión. ¡Ven, Mervyn! ¡Ven, noble perro mío! ¡Qué bello eres, eh! Muy luego nos hallamos en el ribazo frente á los arrecifes, que bordean el lecho del río.

Por último: el Convento de San Esteban ó de Santo Domingo encierra, entre otros grandes recuerdos, la sepultura del eminente Padre Soto, que tanto lució en el Concilio de Trento.

Señorito y capellán emparejaron y alabando la hermosura del día, acabaron de visitar el huerto al pormenor, y aun alargaron el paseo hasta el soto y los robledales que limitaban, hacia la parte norte, la extensa posesión del marqués.

Está asentada en la falda de una de las colinas que aprietan la estrecha garganta por donde corre el riachuelo de Villoria. Por debajo linda con éste y á su orilla tiene un hermoso soto de avellanos y tilos. Por arriba y por ambos lados se extiende la colina vestida de frondosos castañares.

Yo esperaba que seguiríamos hablando la lengua española cincuenta o sesenta millones de seres humanos; gran porvenir para nuestra literatura, por poco que dichos seres escriban y lean. Pero lo repito; el gozo en un pozo. Pocos días ha, recibí un librito impreso en Chartres, que contiene un poema titulado Nastasio, obra del vate argentino D. Francisco Soto y Calvo. El poema es muy original.

Sabemos que hemos tenido, y nos jactamos de tener entre nuestros filósofos a Luis Vives, a Valles, a Francisco Victoria, al doctor eximio Suárez, a Melchor Cano, a Domingo de Soto, a Foxo Morcillo, a Gómez Pereira y a muchos otros, pero la mayoría de la gente, apenas iniciada, sabe poco más que sus nombres.

Garay que caminaba, desque llega se siente esta grita y alboroto, Atraviesa por medio de una vega, Hasta dar en un verde y grande soto. La gente guayracana estaba ciega, En un momento el campo les fué roto, Mas viendo las mugeres les llevaban, Con fuerzas defenderlas procuraban.

Peligraría la integridad de la patria... Así es como S. E., con una risa de conejo y echándoselas de cazador descontento, ordenó la inmediata vuelta á Los Baños, no sin hablar durante el viaje de sus hazañas cinegéticas en tal ó cual soto de la Península como quien no quiere la cosa, adoptando un tono algo despreciativo, muy conveniente al caso, para las cacerías de Filipinas, ¡psé!

Palabra del Dia

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