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Actualizado: 23 de mayo de 2025
Los señores de los Pazos no protestaban: eran marqueses por derecho consuetudinario; y cuando un labrador, en un camino hondo, se descubría respetuosamente ante don Pedro, murmurando: «Vaya usía muy dichoso, señor marqués», don Pedro sentía un cosquilleo grato en la epidermis de la vanidad, y contestaba con voz sonora: «Felices tardes».
A su hospitalidad acudían lo mismo por blanco pan el miserable que el alma desolada por el bálsamo de la palabra que acaricia. Su corazón reflejaba, como sensible placa sonora, el ritmo de los otros. Su palacio era la casa del pueblo. Todo era libertad y animación dentro de este augusto recinto, cuya entrada nunca hubo guardas que vedasen.
En los pasajes que me parecían más enérgicos procuraba ahuecar la voz y hacerla sonora, campanuda; en los más tiernos me conmovía, pero de verdad, y llegaba hasta derramar lágrimas, aunque me los sabía mejor que el padrenuestro. Por la tarde estuve en el palacio de Padul. Encontré al conde sentado en una butaca, con el brazo en cabestrillo. Tenía alguna fiebre.
Y girando pausadamente los talones, con paso firme, alta y derecha la cabeza, a pesar de la extraordinaria inclinación de la pendiente, el Rey de Bastos descendió el sendero de la roca. Hullin, Marcos Divès y también Hexe-Baizel prorrumpieron en una sonora carcajada. Está completamente loco dijo Hexe-Baizel.
El duque aun estaba en la cama y, sin los artificios de tocador, nadie le hubiera rebajado un mes de sus sesenta y tres años. Y bien, elegante doctor dijo con su risa sonora , ¿qué año nuevo nos trae usted? ¿La Fortuna, al fin, querrá venir a verme? ¡Ah! ¡bribona, si vuelvo a pillarte! Usted es testigo, doctor, de que la espero en la cama.
Solté una sonora carcajada al leer esta epístola fantástica y también la abuela se rió de buena gana. Está decididamente en el aire la manía de escribir dijo enjugándose los ojos que estaban llenos de lágrimas. ¡En qué siglo vivimos!... Y proponer a San Pablo... Es una broma de Francisca dije a la abuela, en cuanto pude respirar. La pobre Celestina ha sido sugestionada.
Unos pasos pesados resonaron en la pieza inmediata, se oyó una voz sonora y el moreno, barbudo y bigotudo Campistrón entró con noble ademán, se inclinó sonriendo, con la mano en el pecho, como un cantante que sale á recibir los aplausos, y dijo modulando la voz como si cantara: Servidor de ustedes, señores. ¿De qué se trata? ¡Ah! Prepárate á desmayarte, Campistrón, contestó la gruesa rubia.
La palidez, la energía de las facciones del jesuita, sus ropas negras, su valor quizás contuvieron un instante al populacho. Aquella repentina quietud parecía la perplejidad del arrepentimiento. El jesuita dijo con voz sonora y conmovida: ¿qué queréis? Difícil era contestar a esta pregunta con palabras. Los sicarios no sabían bien lo que querían.
La abuela volvió a tomar aspecto de triunfo. Pero no soy de opinión de que se violenten las vocaciones... A mi vez cobré valor. Deje usted a Magdalena estudiar su cuestión de las solteronas, puesto que eso le interesa. Acaso nos descubrirá cosas asombrosas añadió con una risa sonora que hizo temblar los cristales del despacho.
Deje usted andar, amigo; deje usted andar, que ya llegarán, dijo el flaco con voz sonora y profunda. Y metiendo la mano en el bolsillo, sacó un pequeño envoltorio que, por el sonido que produjo al ser puesto sobre la mesa, indicaba contener dinero.
Palabra del Dia
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