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Actualizado: 12 de junio de 2025


La hermosa que le tenía sorbido el seso era una dama principal de Andalucía, la condesita del Padul, joven de diez y nueve años, heredera de una inmensa fortuna. La amaba y se creía correspondido; no porque ella hubiera soltado aún el apetecido, sino porque había dado de ello tales muestras tácitas que Villa no podía resistirse más tiempo a creerlo.

Mi querido primo: Para distraer mis penas egoístas al considerarme tan viejo y tan quebrantado de salud, y mis penas patrióticas al considerar a España tan abatida, he soltado el freno a la imaginación, que no le tuvo nunca muy firme, y la he echado a volar por esos mundos de Dios, para escribir la novela que te dedico.

Se saludaron afectuosamente, pero ambos extremadamente embarazados. Clara pensaba en los celos tan infundados, tan pueriles que Tristán sentía de aquel chico. El marquesito no podía menos de recordar la escena del día de la boda, cuando un poco ebrio había soltado algunas palabras inconvenientes delante de un corro de señoras. Sin embargo, no tardaron en recobrar su aplomo.

Morsamor, entonces, tomó a Urbási en sus brazos, recogiéndole cuidadosamente la falda; atravesó con rapidez y valentía por el salón incendiado; y, precedido de Tiburcio llegó sano y salvo hasta el arranque de la grande escalera. Hechizado y orgulloso de su dulce carga, nada le fatigaba su peso, y Morsamor no la hubiera soltado a no exigir ella descender la escalera por su pie.

Si después de verla el parroquiano la quería más cara o más barata, o prefería otra equivalente más de su gusto, hasta dos veces lo llevaba doña Ramona con paciencia, pero a la tercera, recogiendo la droga que nunca había soltado por completo de su diestra, contestaba secamente y volviendo la espalda: «No lo hay», aunque estuviera llena de ello la droguería.

No señor, no se parece dijo la mujerona con no menos rudeza, mostrando al hablar unos dientes picudos y amarillos entre las salchichas de sus labios . Bien se ve que estás ciego. La señora es más guapa. Ya quisiera la Nicanora parecerse a la suela de sus zapatos. ¡Muuú! mugió burlescamente el Ingeniero . Ya la has metido; ya has soltado una barbaridaz.

¿Qué es de tu vida, Manolo?... ¡Hace un siglo que no te veo!... ¿Por qué no vienes á casa? le dijo con la sonrisa en los labios, apretándole afectuosamente la mano. Pero después de haber soltado tales palabras se hizo cargo de su imprudencia y se puso roja como una cereza. Ando bastante ocupado con un asuntillo que me ha encomendado mi madre... El jueves me voy á Medina. ¿Para volver?

Somos luteranos dijo Ido sonriendo, muy satisfecho por tener ocasión de soltar aquel chiste que era viejo y había sido soltado sin número de veces. ¡Qué dice este hombre! exclamó la fundadora horrorizada. Cállate y no disparates replicó Nicanora . Yo soy lutera, vamos al decir, pinto papel de luto.

Cuando Quiroga y Simoun volvieron á la sala encontraron en ella á los que venían de cenar, discutiendo animadamente: el champagne había soltado las lenguas y excitaba las masas cerebrales. Hablaban con cierta libertad.

Sólo había leído algunas novelas y los periódicos. Como tenía buen oído, excelente memoria y notable facundia, hablaba, sin embargo, la lengua castellana con primor y gracia, si bien con acento andaluz muy marcado. Y en Lisboa además, con el trato constante de la gente fina, se había soltado a hablar en portugués y hasta a chapurrear el francés un poquito.

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