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Así te quiero, así te soñé, así debes ser siempre con tu Linilla. «Tengo aquí en el corazón una cosa que me apena, y quiero decírtela; pero me falta tiempo para escribir.

Señor cura dijo pocas horas después al párroco, yo no puedo casarme con aquélla, porque esta noche soñé que era un dragón y que me comía. Puede creerme, que lo soñé. No me admiro de eso respondió el párroco reposadamente. El caso es que tengo hecho voto. ¿Á V. qué le parece? Si le regalo la mitad de mi caudal á esa fiera, ¿quedaré libre?

Blanca de ropas y limpia como un sol era mi cama; pero ¡qué fría... y qué dura me pareció! Sin embargo, dormí toda la noche de un solo tirón; pero soñando mucho y sobre muchas cosas a cual más extravagante. Recuerdo que soñé con el oso del Puerto; con desfiladeros y cañadas que no tenían fin, y tan angostas de garganta, que no cabía yo por ellas ni aun andando de medio lado.

Yo pude libertarme de la ambición y de la codicia, pude desdeñar y desdeñé gloria, poder y riqueza. El amor de la mujer quedó, no obstante, firme en contra mía, atajando el camino por donde ansiaba yo acercarme a la reconciliación suprema. Disípense en buena hora como niebla o como humo todas las proezas de que me sentí capaz y que realicé o soñé.

»De aquí mi descompuesta furia y mi loca desesperación cuando usía, advertido a tiempo del peligro, dejó con razón de visitarme. Mi enojo fue mayor aún cuando supe que usía se había casado; enojo absurdo, porque usía ni me había prometido ni podía prometerme no casarse, para ser fiel a las relaciones indefinibles en que soñé yo que estábamos.

Adios, sueño querido, que me halagó un instante Cuando soñé demente que un corazon amante Latia sobre el mio con férvido afanar, Adios, visiones vagas que atormentais mi pecho ¡Oh no volvais ya nunca á visitar mi lecho, Que aunque soñar es dulce, muy triste es despertar!

Yo soñé que no debía haber nacido, ¿para qué nací?... ¡Dios se equivocó!, hízome una cara fea, un cuerpecillo chico y un corazón muy grande, ¿de qué me sirve este corazón muy grande?

«Ya comprenderás me decía la niña cuan grata fué tu carta para . ¡Qué ansia! ¡Qué impaciencia! Toda la noche estuve pensando en la llegada del mozo, hasta que al fín me quedé dormida. ¡Soñé contigo! Soñé que estaba yo en Villaverde, en tu casa y cerca de . leías y yo estaba pintando pétalos de rosa. Desperté llorosa y apenada, como si ya no me quisieras, como si no hubiera de verte más.

Nunca soñé con ser el término de la carrera del raudal, sino con ser el camino por donde sus limpias ondas se fueran derivando, hermoseando el camino al paso, y reflejando en él el cielo sereno y todas las galas de la tierra, con más primor en el reflejo y con mil veces mayor hechizo que en la realidad misma. »¡Qué bien me has castigado, Dios mío! ¡Qué bien me has castigado!

Pídame mañana a mamá... Aunque es inútil, ya le he dicho yo a mamá que nos casaremos en seguida si usted no hubiera desistido. Disponga de . Le suplicaría que nos casáramos cuanto antes. Soy suya, enteramente suya. Iremos los dos, usted y yo, a la gran felicidad, a esa gran felicidad que soñé, que soñé tanto en estos días, y rezando delante de la Virgen, en la iglesia de Nueva Pompeya...