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Actualizado: 13 de julio de 2025
María Teresa chocada de aquel tono agresivo que revelaba un estado de alma que no se explicaba, pues Martholl no era para ella más que un amable indiferente, miró a Juan con sincera sorpresa: ¿Qué tiene usted, mi pobre amigo? Nunca lo he visto de tan mal humor. ¿Es de vernos flirtar un poco que se irrita usted así? ¿Hay grados, entonces, en el flirt?
La verdadera creyente, la devota sincera de aquella casa era Severiana: sus amos pagaban el aceite, pero ella encendía la lamparilla, cuidando de que ardiera constantemente, levantándose a veces durante la noche para orar de rodillas, mientras cerrando los ojos creía ver el miserable cuartucho donde dormía su hija.
Nos echamos a reír y ella me dijo cariñosamente: En fin, usted me ama, y esto es lo importante... Sí, la amo a usted, porque la creo sincera y leal... Una sola cosa podría separarme de usted; la falsedad y la mentira... Y eso no lo espero... Creo en usted como en... Buscaba un punto de comparación, pero ella no me dio tiempo para encontrarlo. Gracias dijo levantándose y estrechándome la mano.
Queda demostrado que el amor propio es en tí más fuerte que el amor verdadero, y que yo, la señorita, como me llamas en esas bromas que, por lo visto, tienen un gran fondo de verdad, soy mucho más sincera y menos vanidosa, y te quiero con toda mi alma y te querré siempre, porque me has engañado con tus zalamerías, haciéndome creer que eres distinto de los demás hombres.
En vista de esa terquedad dijo la marquesa esforzándose en no llevar la cuestión a un terreno dramático y en huir de las declamaciones me arrepiento de haber hecho a usted la justicia de creerla sincera y sin malicia. Una vez para siempre digo a usted que de los dos niños de mi infeliz hija, la hembra murió, el varoncito vive y está a mi lado.
Sí; cien cuerpos quisiera tener para que él, como señor, los poseyera, y cada noche una virginidad para entregársela; pero al mismo tiempo, si enfermase, ¡con qué sincera abnegación le cuidaría! Si el dolor le postrara dejándole años y años sin fuerza para oprimirla ni voluptuosidad para besarla, ¡cuán tranquila y resignadamente se trocaría de querida en enfermera!
Su lugarteniente ensalzaba los planes del señor ministro con convicción que parecía sincera, pero los que le oían no se dejaban ganar de su entusiasmo. ¿Era cierto que Eneene y Esteven estaban metidos hasta el pescuezo, en el pantano de los negocios turbios? ¿que don Bernardino era el maestro concertador de los chanchullos oficiales, quien organizaba las empresas subterráneas, dirigía detrás del anónimo toda clase de compañías, pescaba toda clase de concesiones y disponía, como de cosa propia, de los empleos del Gobierno y del dinero de los Bancos?
Preciso es confesar, sin embargo, que el idioma contribuye en gran manera á este resultado, idioma delicioso, propio de mujeres y niños, tan tierno y con todo brillante, y bello hasta para expresar el dolor. Es una lluvia de lágrimas y de flores. Luego, el doctor se detiene y se sincera.
En el gesto, en la mirada de la Regenta podía ver cualquiera y lo vieron De Pas y don Álvaro, sincera expresión de disgusto: era una contrariedad para ella la noticia que le daba la Marquesa. Por el alma de don Álvaro pasó una emoción parecida a una quemadura; él, que conocía la materia, no dudó en calificar de celos aquello que había sentido.
No he hallado nada en él de malo... Solamente que pienso que no acaba de entenderme concluyó por manifestar, viéndose apretada. Todo ministro del Señor repuso ásperamente el P. Gil entiende lo que es pecado, y esto basta. Pero la confesión que siguió, larga, sincera, fervorosa, regada más de una vez por las lágrimas, hizo cambiar la disposición del clérigo.
Palabra del Dia
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