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Por naturaleza Rafaela es leal, sincera y agradecida. Ni quiere mentir ni pagar los beneficios con ofensas. El afecto y la gratitud que muestra al Sr. de Figueredo, no pueden ser más verdaderos. Están además sancionados y como santificados por las creencias religiosas. Rafaela es católica ferviente.

Amor no he podido hasta ahora tenérselo a usted... Le estimo... me es simpático y no olvidaré nunca lo bueno que ha sido conmigo; pero, soy franca, no quiero que viva más tiempo engañado. Seré amiga sincera y cariñosa de usted... Novia, no puede ser... Me es imposible definir el estado de mi espíritu al oír estas palabras.

Estaba dirigido con mucha minuciosidad á la señorita Cristina Oyadec en la Villa de... comuna de... granja de... La escritura era de mano muy inculta, pero que parecía sincera.

Por desgracia, las aprensiones que asaltan a Fabrice no se hallan distantes de la certeza; aunque lo haya aceptado únicamente por desesperación, Beatriz ha entrado en casa del pintor como mujer honrada, con la más sincera resolución de sofocar todo sentimiento en contradicción con sus nuevos deberes, y decidida firmemente a identificarse con su marido; pero aunque estime sus talentos, hay en el arte del pintor algo de manual, un no sabía qué de mercantil que chocaba a esta altiva patricia.

, esa palabra que tanto ansié de tus labios... al fin la he oído... y el corazón me dice que es sincera... ¡Me amas!... ¡Oh cielos, desatad sobre vuestros rayos!... ¡que ni aun por eso os negaría mi adoración!... ¡mi adoración por este momento tanto tiempo anhelado!... ¡tanto tiempo soñado! Ella besaba sus manos llorando.

Parece indicó la marquesa que esa creencia en usted es sincera; parece que es una convicción arraigada y profunda... No puede usted figurarse añadió con cierto cariño lo que me ha dado que pensar esta idea de usted.

Los primeros diálogos que con él sostuvo, aquella incertidumbre deliciosa de aguardar a que hablase, estando segura de lo que había de decir, la sincera vehemencia con que pintaba su cariño, y el tono suplicante con que la pedía constancia, persistían en ocupar su pensamiento y llenar su alma, como aves que se resistieran a volar lejos de la fronda en que nacieron.

Cuanto más se la estudiaba, menos se la conocía y mayor era el empeño de conocerla. ¿Era frialdad de espíritu o fortaleza de razón, la causa determinante de aquella su inalterable serenidad en todos los actos ostensibles de su vida? ¿Era leal en sus amistades, noble en sus inclinaciones, sincera en sus informes, honrada en sus impulsos?

Yo he sido en esto poco práctico, siéndolo tanto en otras cosas; pero ya que se me olvidaron los papeles en el caso este de hacer el pollo a los sesenta y nueve años, voy a recogerlos para prevenir las malas consecuencias. Ahora es preciso que me ocupe más de ti que de . Yo, poco puedo durar...». No... ¡qué tontuna! dijo Fortunata, aquella vez más piadosa que sincera.

Al permitir yo esto, he procedido con falsedad respecto al único hombre con quien tenía el deber de ser sincera. ¿Qué otro camino os quedaba? preguntó el médico. Si yo hubiera señalado á este hombre con el dedo, habría sido arrojado de su púlpito á un calabozo y de allí tal vez al cadalso. Habría sido preferible, dijo Ester. ¡Qué mal le he hecho á ese hombre? preguntó de nuevo el médico.