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Este poeta tiene una memoria feliz. El pobre hombre no acierta ni por casualidad. Tanto artificio, tanta falsificación poética, la lluvia de lugares comunes, me ponen muy nervioso. Tal vez hubiera llegado a agredirle si no llega a volver la niña rubia que llevó los versos al periódico y que retorna con cinco duros. El mal poeta la besa en la frente con sincera ternura.

El espectáculo de la ignorancia, del vicio y del embrutecimiento le repugnaba hasta darle náuseas y se arrojaba con fervor en la sincera piedad, y devoraba los libros y ansiaba lo mismo que para él quería su madre: el seminario, la sotana, que era la toga del hombre libre, la que le podría arrancar de la esclavitud a que se vería condenado con todos aquellos miserables si no le llevaban sus esfuerzos a otra vida mejor, una digna del vuelo de su ambición y de los instintos que despertaban en su espíritu.

Le agradaba mi cháchara, cualquiera que fuera su tono, como se escucha con gusto el gorjeo de un pájaro cantor, y yo no pedía más. ¡Le estaba tan agradecida porque me había asociado a su grande y sincera pasión, a , a la chicuela a quien todavía hacían salir de la habitación cuando la gente grande quería hablar de cosas serias!

Ana saludaba a diestro y siniestro, hablaba con muchos amigos, pero no pensaba más que en aquella confesión de don Álvaro. «De que era verosímil respondía el efecto que su presencia, la de Ana, había producido aquella noche en el Casino.... Ahora, ahora mismo, mientras se paseaba, llegaba a sus oídos el rumor dulce, más dulce que todos los rumores, de la alabanza contenida, de la admiración estupefacta... de la galantería sincera y discreta.... ¿Por qué don Álvaro no había de estar tan enamorado como la historia de Visita daba a entender?».

No veía en ella una alegría sincera. Siempre que llegaba, la encontraba con el rostro pálido, la expresión fría, la mirada turbia por entre los párpados bajos. Sólo cuando me la llevaba a un lado y le hablaba alegremente, acababa por animarse y por demostrarme una especie de ternura filial.

Pero Dios Nuestro Señor dió bien presto á conocer que aquellas palabras no habían sido delirios de una cabeza desvanecida, sino una sincera confesión de la justa venganza del cielo. Porque á pocos días vieron salir de la iglesia en grandes nublados un humo negro y denso, que parecía se abrasaba toda ella.

No estaba la Regenta acostumbrada a convertir sus arrebatos religiosos en oraciones mentales, según los prudentes consejos del Magistral; su educación pagana, dislocada, confusa, daba extrañas formas a la piedad sincera, asomaba con todos sus resabios de incoherencia y ligereza después de tantos años.

Por otra parte es una pobre gente inocente y síncera, y mas hombres de bien que los Moluches y Tehuelches; son muy superticiosos, inclinados en extremo á la adivinacion y hechiceria, y facilmente engañados. En general son altos y robustos, como sus vecinos los Tehuelches, pero hablan diferente lengua.

No es el estilo, no es la fantasía, no es la virtud de la palabra lo que nos persuade, sino la sincera e irresistible aparición de la verdad en la palabra misma.

Como un relámpago acudió a mi mente el recuerdo de su negativa de perseguir y castigar a este hombre infame por el cobarde atentado contra su vida, y la razón se manifestó entonces clara y concluyente. ¡Era su esposa! El solo pensamiento me produjo un espasmo de celos, dolor y odio, porque la amaba con toda la pasión sincera y honrada de que es capaz un hombre de bien.