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Actualizado: 13 de julio de 2025
Ella que se burlaba con indulgente superioridad, al oírle hablar de canciones y de estrellas, influida por el positivismo de su raza, mostrábase sincera al mirar al hombre.
»Por lo demás, debo decirle a usted que tiene en ella una amiga sincera que la quiere con amor acendrado, según yo he tenido ocasión de observarlo por mí mismo. »Cuando al pensar en mi próxima partida se oscuraece su frente, su padre sólo tiene que decirle: » ¡Vamos, ánimo, hija mía, que no te quedarás sola; yo seguiré a tu lado y el lunes vendrá Antoñita!
Alentada por mi sincera curiosidad, me dijo que poco a poco había abandonado lo que imaginaba ser debilidades de su primera educación, pero notaba que perdía sus ya escasas fuerzas en esta nueva situación.
Ha sido todo casual, Adriana... El recuerdo de ese muchacho no me impresiona mucho. ¿Sabes una cosa?... Nunca me preguntes nada sobre eso... porque... no me lo preguntes tampoco... Movió la cabeza procurando sonreír. De todos modos, continuó no podría ser sincera sobre esto. ¡Te quiero tanto, Adriana! Nunca he tenido una amiga como tú.
Desde entonces fue para mi un verdadero suplicio el ver al señor de Couprat, y observar todas las atenciones y delicadezas de que colmaba a Blanca. ¡Cuánto lloraba en silencio! pero eso sí, nunca, nunca sentí celos de Juno. ¡Dios mío! no; yo era una criatura que amaba sincera y profundamente, pero sin que la más mínima sombra de pasión feroz se mezclase a mi amor.
Alta, elegante y bien formada, con una tez blanca y fina, ojos negros y severos, cejas finamente arqueadas; mirada sincera y bondadosa, y una expresion que reunía las señales de la reserva y la amabilidad sin oposicion alguna. Parecia tener unos veinticuatro años, y su vestido indicaba comodidad ó algo mas que medianía de recursos.
La respuesta que me dio fue: Nunca le abandonaré porque soy su esposa; pero acuérdese usted de que nuestro amor ha muerto. Su acento era frío, su mirada evitaba encontrarse con la mía. Cuando comprendí que también usted había hablado, se me ocurrió que no era sincera, pensé que me ocultaba algo.
Olvidando la presencia del testigo severo, abrazó á Ulises ardorosamente. Después rompió á llorar con un estertor nervioso. Le pareció á él que nunca había sido tan sincera como en este momento, y tuvo que esforzarse para salir del anillo de sus brazos. «¡Adiós!... ¡adiós!...» Luego marchó detrás del conde, sin atreverse á volver la cabeza, presintiendo que ella le seguía con los ojos.
Se pusieron en marcha de nuevo. Rosa protestaba a cada paso de aquel cambio tan extravagante; se dolía, con frases que revelaban sincera pena, de que Andrés fuese de aquel modo indecoroso, exponiéndose a coger una enfermedad. Pero éste reía y marchaba dando brincos para convencerla de la fortaleza de sus pies, vestidos solamente de un fino calcetín. Al fin ella calló.
Algunas veces contestaba ella que sí con esa facilidad mecánica y rutinaria de los niños aplicados que se saben la lección; otras veces, más sincera y reflexiva, respondía que el cariño no depende de la voluntad ni menos de la razón, y por esto acontece que una mujer, que no tiene pelo de tonta, se enamorisca de cualquier pelagatos, y da calabazas a las personas decentes.
Palabra del Dia
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