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Actualizado: 13 de julio de 2025
Su pena sincera no era parte a ocultar la satisfacción que la embargaba por el feliz arreglo de su conflicto metálico en aquel día crítico. Cómo y de qué manera se había hecho el arreglo, ya lo diría más adelante, pues no era ocasión de importunarla con cosas que no le importaban... «¿Y el médico qué dice?». La excelente señora esperaba que la ceguera fuese una desazón de pocos días.
Creí leer en sus facciones el paso fugitivo de un ligero enternecimiento; pero después, y a medida que se disipaban rápidamente las nubes del síncope, se volvía a encender la malicia de la mirada en sus pupilas todavía turbias, y me dijo en su tono ordinario: ¿Que a quién habéis de querer?... ¡Vaya, vaya! señorita Elena, ¿es usted sincera?... Creí que ese corazoncito era más pronto en conmoverse... y esperaba...
Una deliciosa sensación de placer hacía palpitar mi corazón. ¡Era mía, mía para siempre! Estaba convencido de que durante todos los terribles sufrimientos por que había pasado, me había sido siempre sincera y leal.
Tan pueril y sincera congoja revelaba el semblante de Lucía al pronunciar esto, que la seria boca del viajero hubo de sonreírse nuevamente. ¡Mire usted! añadió ella meneando grave y reflexiva la cabeza ; ¡y yo que pensaba que una mujer en casándose tenía quien la acompañase y defendiese! ¡Quien la diese protección y sombra!
¡Eso es!... Con una diferencia para mí: que en un caso hay un verso de «Víctor Hugo»... y en el otro la expresión sincera de un hombre de corazón. ¿Y qué tiene que ver todo eso con los señores maquinistas? dijo Ricardo burlescamente. ¡Que es frecuente encontrar en gente de baja condición social conceptos y formas que impresionan más que el mejor precepto editado por el más campanudo moralista!
Las ceremonias que usa la Iglesia, unas sacadas de los Libros Sagrados, otras instituidas por ella para mayor culto de Dios, son exâctísimas, y las mas á propósito para una casta y sincera adoracion de la Divinidad. Si se introducen abusos, se han de condenar estos, mas no el buen uso.
En su alma ingenua y sincera, ni aun la avaricia creciente y el culto de oro eran capaces de engendrar un solo vicio capaz de perjudicar directamente a nadie.
Sin embargo, lo único que ha podido hallar en el bosquejo es cierto desenfado y buen humor, unidos á la exactitud general con que ha expresado la impresión sincera que dejaron en su ánimo los caracteres allí descritos. Y en lo que hace á inquina, malquerencia, ó enemistad alguna, ya política, ya personal, confiesa redondamente, que no hay nada de eso.
Algunas semanas pasaba Teresina triste, temerosa de haber perdido su dominio sobre el señorito; entonces era cuando el Magistral vivía al lado de Ana libre de congojas, tranquilo en su conciencia; pero poco a poco el tormento de la tentación reaparecía; sus ataques eran más terribles, sobre todo más peligrosos, que los del remordimiento; la castidad de Ana, su inocencia de mujer virtuosa, su piedad sincera, la fe con que creía en aquella amistad espiritual, sin mezcla de pecado, eran incentivo para la pasión de don Fermín y hacían mayor el peligro; por que ella que no temía nada malo, vivía descuidada sin ver que su confianza, su cariñosa solicitud, aquella dulce intimidad, todo lo que decía y hacía era leña que echaba en una hoguera.
Las últimas palabras: «No soy sincera, no lo digo todo...» ¿significaban acaso que no acusaba a su marido, porque tampoco ella, por su parte, se sentía limpia de pecado?
Palabra del Dia
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