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Actualizado: 25 de junio de 2025


Antes, cuando se veía a Belarmino, había que pensar: San Francisco, el de Asís, debía de ser una persona semejante, en el rostro. Ahora, Belarmino era cabalmente el remedo animado del San Francisco, de Luca de la Robbia; puras y pueriles facciones, ojos vitrificados, anchas las sienes. También Platón tenía las sienes anchas.

Un ruido vibró en sus orejas, sintió al rededor de las sienes el chasquido de un latigazo, la nube roja reapareció ante sus ojos, volvió á ver los cadáveres de su mujer é hija, y al lado el hombre y el fraile riendo y cogiéndose la cintura. Olvidóse de todo, dió media vuelta y siguió el sendero por donde marchaban aquellos: era el sendero que conducía á sus terrenos.

A la vista de las armas de Aquilea, a la vista de los mirmidones, que entran en la batalla apretados como las piedras de un muro, se echan atrás los troyanos miedosos. Patroclo se mete entre ellos, y les mata nueve héroes de cada vuelta del carro. El gran Sarpedón le sale al camino, y con la lanza le atraviesa Patroclo las sienes.

Otros, aunque latinos, desesperan De tocar del laurel solo una hoja, Aunque del caso en la demanda mueran. Vengase menos el que mas se enoja, Y alguno se tocó sienes y frente, Que de estar coronado se le antoja. Pero todo deseo impertinente Apolo resfrió, premiando á quantos Poetas tuvo el esquadron valiente.

Rodil figuró, y en altísima escala, en la guerra civil de cristinos y carlistas; y como no nos hemos propuesto escribir una biografía de este personaje, nos limitaremos a decir que obtuvo los cargos más importantes y honoríficos. Fué general en jefe del ejército que afianzó sobre las sienes de doña María de la Gloria la corona de Portugal.

Se prodigaron cuidados a dos que se habían desmayado, refrescándoles las sienes con agua y haciéndoles aspirar el frasco de sales de la condesa de Cotorraso. Volvieron por fin al sentido. Las demás se fueron calmando felicitándose con alegría de haber escapado de aquel espantoso peligro, pues no se resignaban a no haberlo pasado.

Cien veces, mil veces peor, que esas que le tiran de la levita a don Saturno, porque esas cobran, y dejan en paz al que las ha buscado; pero las señoras chupan la vida, la honra... deshacen en un mes lo que yo hice en veinte años.... ¡Fermo... eres un ingrato!... ¡eres un loco! Se sentó fatigada y con el pañuelo que traía a la cabeza improvisó una banda para las sienes.

Había que evitar con cuidado burlarse de él o contrariarlo, porque entonces montaba en ira, apretaba los puños, las venas de las sienes se le hinchaban como cuerdas; y, cuando se ponía a jurar, todo el mundo temblaba y hasta los perros huían. N. del T. Su esposa era una mujer dulce, tranquila y sumisa. ¿Habría podido ser acaso de otro modo?

Tenía en las sienes su corona imperial, y en una mano su espada de mando y en la otra mano su hermosa bandera. Y por entre las colgaduras vio asomar muchas cabezas raras, bellas unas y como con luz, otras feas y de color de fuego.

Oye un día una voz celestial, acompañada de melodiosa música, que la reconviene por sus excesos. Síguese á esta exhortación dos apariciones, mostrándole una el fin horrible que la aguarda si persevera en la senda del pecado, y la otra la corona inmortal que ha de ceñir las sienes de la pecadora arrepentida.

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