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Actualizado: 2 de junio de 2025
Mi Cesarina, la que fue mi orgullo por su belleza encantadora, sepultada lejos de mí, detrás de ese horizonte de los Alpes, de donde veo continuamente surgir su recuerdo. Mi Susana, aquella santa que anticipadamente ostentó alrededor de su frente la santa aureola y que Dios me quitó para que yo pudiera ver en su recuerdo la imagen de un ángel de pureza. ¡Muertos los unos, ausentes los otros!...
Venid a gustar mi vino; es muy viejo: muchas veces me ha confortado el corazon en medio de nuestros hielos; recurrid a el para reanimar vuestro valor. Vamos, bebamos juntos. Separa, separa esa copa; isus bordes estan mojados con sangre! iNo vere nunca esta sangre sepultada bajo la tierra! ?Que quereis decir? ?vuestros sentidos estan turbados?
Durante más de dos siglos, la vigorosísima figura de Lope de Vega quedó oscurecida y sepultada bajo el alud de flores retóricas que, con piadosa intención, derramó sobre ella, en su Fama póstuma, su discípulo y amigo el doctor Juan Pérez de Montalván.
8 Entonces murió Débora, ama de Rebeca, y fue sepultada a las raíces de Bet-el, debajo de un alcornoque; y se llamó su nombre Alón-bacut. 9 Y se apareció otra vez Dios a Jacob, cuando se había vuelto de Padan-aram, y le bendijo. 13 Y se fue de él Dios, del lugar donde había hablado con él. 15 Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar donde Dios había hablado con él, Bet-el.
Más hermosos tal vez que en la primavera, porque su fino ramaje no está cubierto por multitud de hojas, estos árboles se perfilan en el fondo del cielo con sus grandes y pequeñas ramas matizadas de un ligero y delicado tono violeta, y sus innumerables ramificaciones parecen tanto más elegantes cuanto más sepultada aparece la naturaleza bajo la monótona capa de nieve.
Pues bien: precisamente en ese mismo peligroso trance fue donde empecé yo a vislumbrar la «cantera» de aquel mozo, despechugado y casi en ropas menores, mediquillo simple de una aldehuela sepultada entre montes, en presencia de un elegante de Madrid, harto de correr el mundo de los ricos desocupados; y no seguramente por lo que me dijo ni por lo que hizo, sino por todo lo contrario: por lo que se calló y por lo que no quiso hacer, o mejor todavía, por lo bien que supo callarse y estarse quieto, y escoger lo que me dijo y el modo de decirlo.
El agua, sobre todo, fluyendo y charlando hoy como fluía y charlaba en 1558, sin respetar ahora el silencio de muerte que ha sucedido en aquella soledad al antiguo esplendor y movimiento, recordábanos estos hermosos versos con que nuestro inmortal Quevedo acaba un soneto titulado: A Roma sepultada en sus ruinas: «Sólo el Tibre quedó, cuya corriente, Si ciudad la regó, ya sepultura La llora con funesto son doliente. ¡Oh Roma!
¡No me digas eso, por Dios!, ¿no estoy viendo que han bajado las velas? ¡Ay, qué muerte, qué muerte tan espantosa!... ¡Morir sin confesión!... ¡Morir separada de mi papá!... ¡Y luego quedar sepultada aquí en este fondo tan negro..., y ser comida por los peces..., y por los cangrejos!... ¡Es horrible!... Los esfuerzos de la señorita de Mory para calmar a su amiga eran inútiles.
Penetrantes efluvios de nicotina subían de los serones llenos de seca y prensada hoja. Las manos se movían a impulsos de la necesidad, liando tagarninas; pero los cerebros rehuían el trabajo, abrumador del pensamiento; a veces una cabeza caía inerte sobre la tabla de liar, y una mujer, rendida de calor, se quedaba sepultada en sueño profundo.
Despues de merendar, mientras merendaban los criados, apartáronse el padre, la hija y sus dos hermanos, fingiendo ellos ir divertidos con varias razones, y al llegar á la Sima dió uno de ellos un empellon á la desgraciada mujer y la echó dentro. Hecho esto se volvieron, y emprendieron el viaje de retorno para su tierra, muy satisfechos de haber dejado sepultada en la Sima la causa de su deshonra.
Palabra del Dia
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