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Zuzie, ¡sois vos, mi Zuzie! ¡Qué bien habéis hecho en venir! Sentaos aquí, junto a , muy cerca de . Y se recostó como un niño en los brazos de su hermana, acariciando con su cabeza ardiente los frescos hombros de Zuzie; después, de repente, se echó a llorar, con grandes sollozos que la sofocaban. Bettina, mi querida Bettina, ¿qué tenéis? Nada, nada... son los nervios... es la alegría.

Dadme vos dijo uno que ello sea así como decís, y que os la den como la pedís, y sentaos junto a lo que del asno queda.

Sentaos, señora. Es preciso darle al menos tiempo para vestirse. Mathys había pasado una mala noche. Aunque estuviera muy agitado por los acontecimientos del día, la fatiga lo había sumido en un pesado sueño, que no fué turbado hasta el otro día a la mañana por espantosas pesadillas.

Sufriríais vuestro amor, le callaríais, porque además de vuestra honra, tenéis que guardar la mía... lo bien, señora; que mi honor está seguro en vos: pero os sacrificaríais, moriríais. Yo os libraré de ese sacrificio. El acento de don Juan era lúgubre. Cuando acabó de pronunciar estas palabras se levantó. ¡Sentáos! dijo con acento lleno y grave doña Clara. El joven se sentó.

El caballero lamentador asió a don Quijote del brazo, diciendo: -Sentaos aquí, señor caballero, que para entender que lo sois, y de los que profesan la andante caballería, bástame el haberos hallado en este lugar, donde la soledad y el sereno os hacen compañía, naturales lechos y propias estancias de los caballeros andantes.

Así es, que habiéndose puesto de pie el señor Ginés de Sepúlveda para despedirse en el punto en que tuvo pendiente otra vez de su cuello aquella malhadada medalla, que si no la tuviera en su vida en aquellos aprietos de amor no se hallara, ni penitenciado ni castigado por el Santo Oficio se viera, díjole: No tan pronto, señor mío; sentaos otra vez, yo os lo ruego, que puesto que haya persona que mida el tiempo que en mi casa permaneciereis, aunque este tiempo se alargue, bien podrá creer que en la larga y severa reprensión que os mandaron me hicierais vos le empleasteis; y yo tengo que preguntaros algunas cosas, que para son de mucho momento, y no dejéis de decírmelas si las sabéis, aunque no sea más que por esa entrañable afición que decís tenerme.

Corta ha sido su alabanza. ¡Dichosa aquella esperanza Que espera tal posesión! FELIC. Dad licencia que se siente Sancho. D. TELL. Sentaos. SANCHO. No, señor. D. TELL. Sentaos. SANCHO. Yo tanto favor, Y mi señora presente. FELIC. Junto a la novia os sentad; No hay quien el puesto os empida. D. TELL. No esperé ver en mi vida Tan peregrina beldad. PELAYO. Y yo, ¿adónde he de sentarme?

El padre Aliaga cerró el balcón, acercó un sillón á la chimenea, y dijo á aquel hombre: Sentáos, sentáos, señor Alonso, y recobráos; afortunadamente el visitante no ha sido molesto ni hablador; estos balcones dan al Norte y hubiérais pasado un mal rato. Es que no le he pasado bueno.

Se precipitó para tocar el cordón de la campanilla; pero el notario le sujetó la mano. ¿Qué significa esto? exclamó . ¿Queréis hacerme violencia en mi propia casa? No soy más que una mujer, pero... Sentaos, señora, os lo ruego, a fin de evitaros una vergüenza dijo el notario reconduciéndola a su sillón con una frialdad imperiosa . Escuchadme un momento.

Eran María Encarnación llamada la Churriana y Pepilla la Poenca, a quien nombraban así por ser sobrina del Sr. Poenco. ¡Endinote! exclamó una corriendo ligerísima hacia mi amigo . ¿Cómo tanto tiempo sin verte? ¿No sabías que esta probe se estaba muriendo? Miloro está encalabrinao por aquí dentro, y ya no quiere nada con la gente de la Viña. Amable canalla dijo el inglés , sentaos.