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Actualizado: 26 de junio de 2025


Prefiero yo no repetir aquí los argumentos que tantas veces he escrito en contra de esa fórmula, cuyo sentido social ha variado completamente desde entonces. A los que se interesen por el asunto, les aviso que hallarán combatida la tesis de Sarmiento en mi libro Blasón de Plata.

En este canto se cuenta de la ida de Sarmiento á Castilla por el Estrecho de Magallanes, y de la venida de Diego Flores al Brasil, y D. Alonso de Sotomayor á Chile por el Argentino; y de la muerte del capitan Garay, y del Gobernador Mendieta. De escarmentados, dicen, los arteros Se hacen: nuestra madre la experiencia Nos presenta los casos verdaderos, Que muchos no alcanzaron por su ciencia.

Como era la única autoridad y estaba de acuerdo con su colega de Fuerte Sarmiento, se procedía al entierro del difunto, cuando lo había, y si solamente era un herido, éste se dejaba curar, asegurando no haber visto jamás al que le dió la cuchillada y añadiendo que no le reconocería aunque se lo pusieran delante.

Le dominaban dos pasiones: la de controvertir y disputar, y otra, muy dulce y pacífica, el tresillo nocturno en casa de Sarmiento, con el P. Solís, don Cosme, y algunos más. Baltronero como el mejor, a causa de la vehemencia de su carácter, cuando tomaba la palabra era imposible cortarle la hebra del discurso.

¡Bonita facha la mía para ir allá! ¿Qué viene a buscar ese viejo? dirán. ¡Andrés! No, amito; conocerse no es morirse.... A las nueve y media llegué a la casa de Gabriela. En la antesala jugaban a los naipes varios amigos. Sarmiento, Porras, don Carlos y el P. Solís. La señora y Pepillo estaban todavía en el comedor. No bien saludé a los jugadores cuando apareció Gabriela.

Llamó á la puerta con recato, como si no quisiera ser oído por todos los habitantes de la casa, y sonrió al ver que era Sebastiana la que salía á abrirle. El señor no está: se fué con don Canterac á Fuerte Sarmiento esta mañana. ¿Y don Robledo, está bueno?... La mestiza, como muchas gentes del país, aplicaba el don indistintamente á los nombres y los apellidos.

Pedro Sarmiento, ayuda de cámara del rey, y Juan de Urdiales, maestro de ceremonias, los que se han encontrado más á mano. Vamos, pues; allá, y no retardemos la felicidad de los enamorados. ¡Y llevar yo cuarenta y ocho horas sin dormir por descanso de viaje! Ya dormiréis bien esta noche... Y la condesa asió á Quevedo de una mano, y guiándole desapareció con él por una puerta.

Lo primero que vió el alcalde fué delante de un hombre embozado; pero con tal capa y tal pluma y tal cintillo en la gorra, que le entró miedo. ¿Tendremos otro grande de España? dijo. Entrad solo, señor alcalde dijo gravemente el duque de Lerma. El licenciado Sarmiento entró. ¿Sois alcalde de casa y corte, según creo? dijo el duque. ; , señor. ¿Os vendría bien ir de oidor á las Indias?

No me es posible señalar aquí las numerosas rectificaciones que a la parte histórica del libro podran hacerse . Básteme recordar, sin embargo, que Sarmiento depuso en la vejez ese odio ciego por la persona de Quiroga y que no fué menos valiente su palinodia sobre Rosas.

Pues bien; el cadáver de ese hombre está aquí: está en mi casa. ¡En vuestra casa! exclamó aterrado el duque. En aquel momento se oyeron grandes golpes en la puerta de la casa y una voz terrible, la voz del licenciado Sarmiento, que dijo desde la calle: ¡Abrid á la justicia del rey! Quedóse el duque perplejo por un instante, pero luego dijo: Mandad á vuestros criados que abran, señora.

Palabra del Dia

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