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Actualizado: 26 de junio de 2025
Y se encaminó á la puerta. No me atrevo á deciros más dijo el duque , porque estoy seguro de no reteneros. Adiós, don Francisco de Sandoval y Rojas dijo con un acento singular Quevedo ; plegue á Dios que no paguéis, como me temo, el favor de su majestad. Y Quevedo salió. Poco después fué cuando el duque llamó al alcalde de casa y corte, Ruy Pérez Sarmiento.
Don Juan de Sarmiento, Presidente del Consejo de las Indias, el cual jamás estuvo en ellas, y presidió este cuerpo, si acaso, veinte meses , hubiese escrito la exacta y minuciosa Relacion de la sucesion y gobierno de los incas, señores naturales que fueron del Perú, etc., en este reino y recorriendo sus provincias con aquel carácter, traté de consultar una copia de ese documento conservada en la Biblioteca de la Academia de la Historia, y ya en el título ví que dicha Relacion se habia compuesto no por sino para aquel distinguido personaje.
Ya en la edición de 1845, Sarmiento había escrito esta confesión oportuna: «Después de terminada la publicación de esta obra, he recibido de varios amigos rectificaciones de varios hechos referidos en ella. Algunas inexactitudes han debido escaparse en un trabajo hecho de prisa, lejos del teatro de los acontecimientos, y sobre un asunto de que no había nada escrito hasta el presente.
Por ese camino podríamos declarar que los atenienses del tiempo de Platón no eran un pueblo «civilizado», porque no usaban cuello duro ni frac, ni montaban en silla inglesa, como lo deseaba Sarmiento. Todo esto significa que el Facundo subsiste en cuanto es un libro de intuición racial de emoción literaria.
Ni la salud de Andrés ni su «piquillo» resistirían cuatro años de gastos, y cuatro años, cuando menos, me serían necesarios para que tuviera yo un título y pudiera tratar de compañero al doctor Sarmiento o al Lic. Castro Pérez. Hube de conformarme con lo que la suerte me deparaba.
Pues ido de las manos el conejo, Tomando de Francisco el escarmiento, Juzgòse por maduro y buen consejo Del Estrecho hacer descubrimiento: Ofrécese, que dándole aparejo, A Castilla pos él irá derecho: Despáchale el Virrey, que no debiera, Movido de Sarmiento y su quimera.
Pobló, pues, Sarmiento estos dos parages, y á poco tiempo, por las muchas calamidades, frio, hambre, y no venirle socorro, se volvió á España. Esto dice dicho suplemento y los mapas. ¿Qué se hizo, pues, de toda esta gente, que en tantos navios se perdió? Se ahogó toda?
A este tiempo le habían asido dos alguaciles, y el licenciado Sarmiento inundaba con la luz de su linterna el semblante de Montiño, que estaba lívido, descompuesto, desencajado; el triste temblaba, gemía, no podía tenerse de pie, y si no se caía era por los dos alguaciles. ¡Me van á matar! dijo con el acento de angustia más épico, más terrible que ha oído nunca un alcalde de casa y corte.
Parece que este ingenio no fué mui favorecido del rei don Pedro, como se prueba de los siguientes versos, puestos en su citada obra: «Por nascer en espino la rosa, ya non siento que pierde, ni el buen vino por salir del sarmiento.
Pero no perdamos tiempo. Adelante con él, á la cárcel, hijos; uno de vosotros avisad á la parroquia y que vengan por el muerto. El licenciado Sarmiento echó á andar hacia la cárcel de corte, y los alguaciles empujaron á Montiño, que se resistía instintivamente á ir preso.
Palabra del Dia
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