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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Esa independencia de carácter continuó la Fontane, no sólo es un motivo de celibato del lado femenino, sino que asusta también a no pocos jóvenes. ¿Qué vamos a hacer piensan de una mujer autoritaria y déspota?... Ahogarla exclamó Francisca pensando en la Bonnetable y en el deseo ya formulado. Es un remedio un poquito radical opinó la Sarcicourt, que no está por las medidas violentas.

¿No hay ningún matrimonio en el horizonte? preguntó la de Aimont queriendo llevar la conversación a su asunto favorito. Ni uno respondió la Bonnetable en tono contundente. Sin embargo insinuó la Sarcicourt, ¿no se habla del matrimonio de la señorita de Brenay con el capitán Bellortet? ¡Qué disparate! exclamó la Bonnetable. La chica de Brenay no puede encontrar un marido serio...

En casa de la Sarcicourt, absolutamente nada... Me resigné fácilmente a pensar que el pretendiente porque debía de haberlo había llegado tarde al tren. Otro día será pensé con alguna angustia ante la idea de volver a empezar las fases de mi atavío de conquista. La abuela se encargó de desengañarme con una pregunta tan brusca como imprevista. ¿Qué te parece el señor de Baurepois, Magdalena?

¿Cuáles son esos motivos admitidos? suspiró la Sarcicourt, ¿es indiscreto preguntarlo? De ningún modo, querida amiga dijo la abuela, ya en pleno buen humor. El padre Tomás, explicando este asunto a mi nieta, los enumeró bastante sumariamente. Voy a tratar de recordarlos para complacer a usted, aunque estoy muy cansada. No se tome usted esa molestia, señora interrumpió la Fontane.

Volví a ocupar mi puesto, sin intervenir en la tal receta, y me divertí en observar a la señorita Sarcicourt, como si no la hubiera visto nunca. Unos sesenta años. Alta, flaca, después de haber sido delgada, la señorita Sarcicourt carece de proporciones en lo alto de su larga silueta. Tiene una cabeza de pájaro en un cuello de jirafa.

La Sarcicourt no participa de esa felicidad hizo observar Genoveva. Vean ustedes cómo contrastan sus aires modestos y su palidez con la amable animación de la Fontane y con la alegría de la Roubinet al buscar una frase o una cita. Veo que te vuelves burlona, Genoveva le dije amenazándola con el dedo. La única respuesta de Santa Genoveva como nosotras la llamamos, fue una fina sonrisa.

Mi amiga se inclina con su gracia habitual ante la abuela, que la besa en la frente, y va a sentarse a mi lado después de haber yo saludado a las recién llegadas y preguntado por Pomme, la gata favorita de la señorita Bonnetable, y por Loustic, su perro. La Bonnetable no se parece en nada a la Sarcicourt, de la que es casi contemporánea.

Creo que no, mi pobre Paulina... Rebaja pronto... pronto... Ya quisiera yo tener que rebajar algo gimió Francisca, pero no puedo disminuir mis pretensiones a no ser que me case con un gañán, con un marmitón o con un mono vestido, lo que está lejos de ser tentador. ¡Ah! suspiró la Sarcicourt; no estamos ya en los tiempos en que la gente se contentaba con una choza y un corazón...

siguió diciendo la de Aimont, tratando de salvar la situación, es indiscutible que el matrimonio es difícil para nuestras hijas. ¡Hay tan pocas buenas posiciones!... Es imposible casarlas con un empleadillo de 600 o 800 pesos de sueldo. ¿Verdad, Paulina? , mamá. Sin embargo se atrevió a decir la Sarcicourt con una apariencia de valor, esos son los sueldos ordinarios de los jóvenes.

Me ha ocurrido, que se presentaba un pretendiente para , y mis 2.000 pesos de dote le han puesto en fuga... como de costumbre. ¿No tenía fortuna? preguntó la abuela. No, señora, ninguna. 500 pesos de sueldo por toda renta. Con los intereses de los 2.000 pesos dijo la Sarcicourt, pongamos 80 pesos, el total de 580. ¿Espera usted vivir con esa cifra? ¿Por qué no? respondió ingenuamente Francisca.

Palabra del Dia

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