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Actualizado: 2 de julio de 2025


Los freos eran hervideros de olas, los peñones se cubrían de espuma, los rudos hombres de mar retrocedían vencidos, los barcos se refugiaban en los puertos, el paso se cerraba para todos, las islas quedaban apartadas del resto del mundo... Pero esto nada significaba para la marinera invencible de cráneo pelado, para la caminante de piernas de hueso, que podía correr con gigantescos saltos por encima de montañas y mares.

Hizo Roger la señal de la cruz y tentado estuvo de echar á correr; pero en aquel momento lo descubrieron los músicos, que inmediatamente se le acercaron dando saltos sobre sus cabezas, como si fueran éstas de pedernal y no de carne y hueso.

Febrer iba a separarse de la puerta, cuando vio surgir entre los grupos de tamariscos de la pendiente un muchacho que, luego de mirar a un lado y a otro para convencerse de que no era observado, corrió hacia él. Era el Capellanet. Subió a saltos la escalera de la torre, y al verse ante Febrer rompió a reír, mostrando el marfil de su dentadura rodeada de rosa obscuro.

Creyó ver gentes que se ocultaban detrás de un montón de mercancías al oír sus pasos. Luego sonaron tres detonaciones, tres tiros de revólver. Una bala silbó en uno de sus oídos. Y como yo no llevaba armas, corrí. Afortunadamente, fué cerca del buque, casi junto á la proa. Sólo tuve que dar unos cuantos saltos para meterme plancha adentro en el vapor... Y ya no dispararon más.

Lo que no lograran las lástimas, lo alcanzaron las danzas y saltos caninos, cual presumió Mercado, y todos los vinientes se pararon formando corro, admirando y celebrando los donaires de la alimaña. El estropeado, con algo más de aliento, ya cautivada la atención de su auditorio, proseguía diciendo: Ahora, don Canique, haced la salva por el Rey de Francia y los otros Príncipes de la cristiandad.

La señorita Margarita, viva, ligera y alegre, como jamás la había visto, en dos saltos salvó la pradera y tomó una senda que se internaba en la arboleda, subiendo la cuesta. Alain y yo, la seguíamos en hilera.

La manera de combatir el moro es por demás original; cubierto con su rodela, armado de cris ó campilan, se presenta al enemigo, al que aturde ó desorienta con sus innumerables saltos y sus penetrantes gritos; ya á su altura casi, amaga un ataque; ya con increible ligereza, colocado á 10 pasos, parece limitado á la defensa, y de pronto, lanzándose sobre el adversario, le golpe mortal.

El amor era una cosa hermosa, pero no indispensable en el matrimonio ni en la existencia. Lo importante era escoger una buena compañera para el resto del viaje; acomodarse bien en los asientos de la vida; arreglar el paso de los dos a un mismo ritmo, para que no hubiesen saltos ni encontronazos; dominar los nervios y que la piel no se repeliese en el contacto de la existencia común; poder dormir como buenos camaradas, con mutuo respeto, sin herirse con las rodillas ni meterse los codos en los costillares...

Una criatura recién nacida que lloraba bajo su capa, me indicó que era él. De tres saltos me puse junto á su lado. Una madre te ha maldecido, y yo soy la mano de Dios exclamé. Y le di de puñaladas. ¡De puñaladas! dijo el rey. , por cierto, de puñaladas; el hombre que roba á una madre su hija, el hombre á quien una madre desventurada maldice, debe morir.

Su sombra en las sombras de la pared, parecía ahora la de una bruja gigantesca; otras veces, multiplicándose por los saltos de la llama y por los saltos y contorsiones de la vieja, figuraba todo el infierno desencadenado; había momentos en que la sombra de la señorita de Ozores tenía tres cabezas en la pared y tres o cuatro en el techo, y se diría que de todas ellas salían gritos y alaridos, según lo que vociferaba doña Anuncia sola.

Palabra del Dia

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