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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Saluda a tu tío, mujer... no te hagas la disimulada profirió Tomás en tono de zumba, que rebosaba de alegría. La joven quedó inmóvil y sorprendida. ¡Vamos, picarona dijo el padre sacudiéndola rudamente por el hombro, que buen pájaro has atrapado! ¡Yo! ¡Sí, tú!... Ahí tienes a tu tío, que ya se entregó como un borrego... ¿Qué mil diablos le has dado a comer para sujetarle así por las orejas?
La voz de la institutriz, irritada en aquel momento, no dejaba de tener inflexiones dulces, aunque extrañas. Su acento era marcadamente extranjero. Me apieta, mamá, me apieta, repitió á grito pelado la niña, con creciente angustia. Cállese usted, mimosa, exclama el aya, cogiéndola por el brazo y sacudiéndola fuertemente.
Se agitaba trémula y sofocada en los brazos ardientes de la enfermedad, que la constreñía sacudiéndola para expulsar la vida.
Entonces era cuando realmente se mostraba la frialdad y ojeriza de la dama. Señora, Josefina no quiere ponerse el vestido verde. ¿Pues? Dice que está sucio. Amalia se levantó, fue al cuarto de la niña y, cogiéndola por un brazo y sacudiéndola rudamente, le dijo: ¿Qué orgullo es ése? ¿No sabes, muñeca, que en esta casa no eres nadie? ¿Que estás aquí por misericordia?
El sapo rocia con capullos los globos y zapadas de los comensales. El sapo prohija el tetraedros. El sapo desnuda el tetraedro», Belarmino se oprimió las sienes con las manos, echó hacia atrás la cabeza, sacudiéndola con insensato y contenido entusiasmo, y murmuró entre dientes, mordiendo las palabras: «¡Qué razón tiene! ¡Qué razón tiene!» Terminó la conferencia.
Tiene razón Ventura, Huesitos dijo Gonzalo cogiendo a su cuñada por los hombros y sacudiéndola cariñosamente. Esto no es nada; lo ha tenido cien veces. ¿Por qué te has de privar tú de ir al baile?... Ea, ea, a tomar el abrigo. Ramón ya ha enganchado. Son más de las nueve y media añadió empujándola hacia la puerta. Cecilia no pudo resistirse.
Mire que ya va para viejo; mire que el mejor día se pone delante la de la cara pelada, y a ésta sí que no le da usted el timo. ¿Pero de dónde sacas tú, estampa de la sura replicó Torquemada con ira, agarrándola por el pescuezo y sacudiéndola, de dónde sacás tú que yo soy malo, ni lo he sido nunca? Déjeme, suélteme, no me menée, que no soy ninguna pandereta.
Fuera de sí, doña Lupe le echó la zarpa a un brazo y sacudiéndola fuertemente, le soltó esta imprecación: «¡Ah!, maldita... bien claro se ve que es usted una bribona... una bribona en toda la extensión de la palabra... que lo ha sido siempre y lo será mientras viva... A todos engañó usted menos a mí... a mí no... Yo la vi venir». Abrumada por su conciencia, Fortunata no pudo contestar nada.
Y hubieran dado buena cuenta de la infeliz Soledad, á pesar de su corpulencia, si Velázquez, con arranque generoso, no se hubiese plantado delante de ella. ¡Nadie la toque con un dedo siquiera! Las mujeres no osaron avanzar. La fiera actitud del majo les impuso silencio por un instante. Volviéndose aquél después á su querida y sacudiéndola por el brazo la miró cara á cara con ira concentrada.
Alicia tomó cómicamente la mano de la joven, y sacudiéndola con fuerza: ¡Qué hermoso ejemplo de desinterés da usted, Mabel, no atesorando sus flirts y poniéndolos a la disposición de sus amigas! Pero, si Martholl no es mi flirt gimió Mabel, mirando con inquietud hacia Max Platel. Entonces, mejor, si es una tierra libre para conquistar continuó alegremente Alicia.
Palabra del Dia
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