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Actualizado: 18 de junio de 2025
El caballero no ha subido esta noche con ella... Si milord quiere escribirla, yo puedo entregar la carta. Dí otro dollar á aquel complaciente criado y volví á entrar en la sala donde Pector y Raleigh estaban saboreando sus licores nacionales. Y bien ¿qué hay? preguntó el banquero. Decididamente tenía usted razón. Vendré mañana.
Serafina era suya, y él, por supuesto, era de Serafina, hasta donde podía serlo aquel mísero esclavo de su mujer. Caricias como las de la italiana-inglesa, Reyes ni las había soñado. «¡Nunca creí que el placer físico pudiera llegar tan allá!», se decía saboreando a solas, rumiando, las delicias inauditas de aquellos amores de artista.
Se habían sentado frente al mar, saboreando la rumorosa calma, en la que se confundían los estremecimientos de los pinos, el profundo rodar de las espumas invisibles, la respiración de la llanura azul, los crujidos de la tierra, rozada por los rosarios de hormigas, por las procesiones de orugas, por la labor tenaz de los escarabajos, y conmovida al mismo tiempo en sus entrañas por el despertar de las raíces.
Estas memorias le despertaron una idea muy importante. Diga, Máximo.... ¿le parece que mi mujer podrá criar? Máximo se echó a reír, saboreando el ron. No pedir gollerías, señor don Pedro.... ¡Criar! Esa función augusta exige complexión muy vigorosa y predominio del temperamento sanguíneo.... No puede criar la señora.
El bolsista, saboreando su dicha, aseguraba mentalmente que Dios es muy bueno, y no sabía ya qué desear, pues la seguridad de que en breve sería millonario teníala por indiscutible. En el fondo del palco estaban el hijo de Cuadros y los dos de doña Manuela, con los gemelos en la mano, contemplando el aspecto de la plaza.
Iba caminando lentamente por la de las Infantas, meditando sobre el plan de la noche a sea el modo de pasarla más divertido, y saboreando un buen cigarro habano, cuando de pronto ¡zas! recibo un fuerte golpe en la cabeza que me hace vacilar; el flamante sombrero de copa fue rodando por un lado y el cigarro por otro.
Pisaba yo recio y menudito saboreando in mente los episodios de la comedia que acababa de ver, cuando al entrar en la calle de la Blanca sacáronme de mis meditaciones fuertes y descompasados gritos que daban dos hombres riñendo en uno de los extremos de la calle.
Dicho esto, la Caña se quedó muy serio, saboreando el efecto que debían causar sus palabras. Volvió a poner el palillo entre los dientes y miraba a sus amigos con cierta lástima. «¿Y qué? dijo Rubín con desabrimiento . No veo la tostada». Pues, amigo mío replicó D. Basilio en el tono de un hombre superior que no quiere incomodarse , si usted no quiere ver la tostada, ¿yo qué le voy a hacer?
Cansado de su excursión por la muerta ciudad, Ferragut se sentó en un banco de piedra entre las ruinas de un templo. Miraba el plano puesto sobre sus rodillas, saboreando los títulos con que habían sido designadas las construcciones más interesantes á causa de un mosaico ó de una pintura: villa de Diómedes, casa de Meleagro, de Adonis herido, del Laberinto, del Fauno, del Muro Negro.
¡Buen día...! ¡Superior, hija, superior! exclamaba Cirilo después de comer, reclinado cómodamente en una butaca y saboreando una taza de café al par que chupaba un fragante tabaco de la caja que el día antes le había regalado Reynoso. ¿Te has divertido? ¿Has estado a gusto con tu mujercita? le respondía Visita, que también tomaba café sentada a su lado en una sillita baja.
Palabra del Dia
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