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Actualizado: 18 de junio de 2025
No tenía miedo, como el poeta, a encontrarse con su dolor a solas, y caminaba por aquel lugar poco frecuentado, saboreando con gozo cruel el hondo pesar que, de vez en cuando, estallaba en ruidosos suspiros. Sentía en torno de su persona la imagen invisible de un padre que no había conocido. El recuerdo del pobre Melchor Peña le inspiraba cierta conmiseración. Aquél también había vivido engañado.
¿Y cómo lo sabes? repuso él saboreando la delicia de tutear a una mujer que no era legalmente suya, e indignado al mismo tiempo ante la idea de haber servido de hazmerreír a Mariquilla. ¡Vaya si lo sé! ¡Qué borricotes sois los hombres!
Saboreando la copa de coñac y envuelto en la nube azulada de oloroso humo, sentía la placidez de una buena digestión, aquella fe en el destino que surgía en él al llenar el estómago. Pensaba en el porvenir. Su protector tenía razón: la vida no es un juego; debía cambiar inmediatamente de método. El trabajo exige orden; suprimiría la vida nocturna: dejaría de ir a la redacción.
Orejón se despidió para volver a la noche, trayendo las últimas noticias, y Carnicero se quedó solo, saboreando en deliciosas meditaciones su júbilo apostólico, ideando planes y considerando el triunfo rápido de la España religiosa sobre la España masónica. Después fue Salvador a despedirse y a llevar la carta para Cordero, y otra vez se quedó solo el anciano con la criada que le aprestó la cena.
Y D. Evaristo se quedó solo, pensativo y dulcemente ensimismado, saboreando en su conciencia el goce puro de hacer a sus semejantes todo el bien posible, o de haber evitado el mal en la medida que la Providencia ha concedido a la iniciativa humana. Otra restauración i
La aguadora estaba saboreando su frugal comida, y el estanquero dormitaba echado de bruces sobre la piedra de probar la moneda. De repente llegó el coche de Paz y se detuvo junto al paseo ancho. Vámonos dijo ésta viendo tirarse al lacayo del pescante.
La superabundancia de satisfacción casi les hace juiciosos, y están como perplejos, en seráfico arrobamiento, con toda el alma en los ojos, saboreando de antemano lo que han de comer, y nadando, como los ángeles bienaventurados, en éter puro de cosas dulces y deliciosas, en olor de flores y de canela, en la esencia increada del juego y de la golosina.
Y si alguna vez le parece eso increíble, bástale abrir la ventana y la vista de su tumba le muestra la cruel realidad. »Así se pasa las horas mi pobre tío saboreando las emociones que le causa esta penosa revista.
Largas horas pasamos sobre el campo saboreando los deliciosos recuerdos de tanta gloria, que como dejos de un manjar muy rico nos renovaban el placer del vencimiento. La noche era como de verano y como de Andalucía, serena, caliente, con un cielo inmenso y una atmósfera clara, donde algo sonoro fluctúa, cuya forma visible buscamos en vano en derredor nuestro.
Caminando aprisa, Delaberge encontraba mayor frescor en la verdura de los prados, un sabor mucho más dulce en el aire que respiraba. Los argentinos sones de las campanas del pueblo, volando por encima de los bosques, le mecían alegremente, mientras iba saboreando con fruición los recuerdos de su anterior visita.
Palabra del Dia
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