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Actualizado: 29 de octubre de 2025


La suave corriente sin rumor arrastraba enormes troncos de árboles, que avanzaban en silencio, mecidos por el imperceptible oleaje, atravesaban rápidamente la faja luminosa, sobre la placa del río e iban a perderse de nuevo en la oscuridad, viajeros errantes que nos precedían en la ruta.

He pasado seis meses en Bogotá; no si una vez más volveré a remontar el Magdalena y a cruzar los Andes al monótono paso de la mula; ¡pero, si el destino me reserva esa nueva peregrinación, siempre veré con júbilo los puntos de la ruta que conduce a la ciudad querida, cuyo recuerdo está iluminado por la gratitud de mi alma! El Salto de Tequendama. La partida. Los compañeros.

En algunos puntos no se pudieron librar de ciertas maldiciones, pero las más de las veces por interés o por necesidad se mostraron complacientes, y terminando la entrevista del modo más cordial. Eran las tres cuando acabó esta ruta, y con un pequeño saco de goma impermeable, atado con correas a sus espaldas, Federico volvió a la posada. Pero allí le acechaba la Belleza.

Una tarde, á la altura de Portugal, cuando estaban lejos de la ruta seguida por la navegación regular, una columna de humo y de llamas se elevó sobre la cubierta, rompiendo las escotillas y devorando el velamen. Mientras el piloto, al frente de unos negros, pretendía dominar el fuego, el capitán y los tripulantes alemanes escaparon del buque en dos balleneras preparadas.

Ignorante de la ruta, sintió placer singular en entregarse a la ajena experiencia. Callada, se inclinó a la ventanilla y siguió la línea escabrosa de la sierra, que se recortaba en el cielo despejado. El tren andaba más despacio cada vez: estaban llegando a una estación. ¿Qué es esto? dijo volviéndose a su compañero. Miranda de Ebro contestó él lacónicamente.

Pero, durante los días tempestuosos, la travesía es harto peligrosa para que el viajero pueda recordarla y conservar memoria exacta de sus aventuras. El viento levanta sin cesar torbellinos de nieve que ocultan la ruta ó modifican su forma, rebajando taludes y cegando el camino recorrido ya.

Con este designio dirigió su marcha hacia el pueblo de Lampa por Calapuja, obligándole á seguir esta ruta los clamores de una muger, que le representó las muchas violencias que sufrian en aquel pueblo, por una partida de 300 indios, gobernados por Ingaricona.

Pero ellas seguían agarradas al escollo de su naufragio, tal vez para siempre, viviendo de los residuos de otros y otros, que, siguiendo la misma ruta, venían á chocar y á perecer. Se ofrecían á los forasteros como personas experimentadas en los misterios de la casa; aconsejaban á las parejas en viaje de amor qué número debían jugar, como si poseyesen el secreto.

Quedé sólo un día en el Niágara. A la noche tomé el ferrocarril y amanecí en Albany, de donde descendí el Hudson hasta medio camino de Nueva York, haciendo el resto de la ruta en un drawingcar, en el delicioso ferrocarril que corro sobre las aguas mismas del río.

A las cuatro, el punto luminoso, que había cambiado de ruta, pasó, en efecto, a popa de la chalupa, pero a distancia de siete millas lo menos, y con dirección al Este. Media hora después salió el Sol y por el Norte se descubrieron lejanas y altas montañas. Por el Este se veían muchas islas y grupos de escolleras. El Capitán se levantó de un salto.

Palabra del Dia

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