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Actualizado: 3 de junio de 2025
Usando entonces de aquella propiedad suya que ya conocemos, dio realidad en su mente al marqués de Saldeoro, favorito de las damas, según decían lenguas mil; le tuvo delante, le oyó hablar agradecida, le preguntó ruborizada; construyó, si así puede decirse, con material de presunciones y elementos fantásticos, la visita personal que al siguiente día no podía menos de realizarse.
El joven cortesano se despojó rápidamente de sus zapatos, la hizo sentarse sobre la paredilla del camino, arrodillose delante y la calzó delicadamente, gozoso de dar una prueba de estimación a aquella gentil criatura, que tantas le había dado de constante afecto. Ella la recibió sonriendo, ruborizada y enternecida. Como Andrés tenía el pie chico, los zapatos le ajustaron regularmente.
Rosa se contentó con sonreír, toda ruborizada aún. Vaya, no les quiero interrumpir... Sigan, sigan adelante... Hasta otro ratico. Y D. Jaime se alejó en dirección al pueblo, mientras su sobrina y Andrés siguieron hacia casa. Después de este encuentro, cesó por completo la alegría de aquélla: quedó pensativa, inquieta. Fueron vanos todos los esfuerzos de Andrés por hacerla reír.
Si no la veo hace mil años.... Esa fresa es mía exclamó arrebatando una que Amparo llevaba a sus labios. Ella se la dejó robar, confusa, ruborizada y satisfecha. ¿Y a su casa... tampoco va usted? Tampoco... no seas celosa, chica. ¿Por qué hemos de hablar siempre de la de García, y no de ti? ¡De nosotros! añadió con expresión de contenida vehemencia.
En vano la pobre Carlota le gritaba ruborizada: ¡Niña, niña! ¡Por Dios, no marches! No puedo más repetía huyendo, no puedo más. La carga es superior a mis fuerzas. D.ª Carolina, por estas y otras contrariedades, tenía frecuentes accesos de mal humor; gritaba a sus hijas, las llenaba de improperios; a veces, de esta marejada salpicaba también alguna espuma a Mario.
Entonces el aire del mar refresca el aire abrasador; los negros extienden la tienda rayada sobre la terraza, y uno, tendido sobre un muelle cojín, aspira el vapor del tabaco levantino, que se perfuma al atravesar un agua de rosas y de lilas, y después, una hermosa joven de Candía o de Samos, se arrodilla ante uno ofreciéndole ruborizada un sorbete helado en una copa ricamente cincelada.
Será para mí un placer dijo a la vizcondesa , dar consejos a la señorita de Sardonne, aunque ella haya abandonado un poco el estudio de la acuarela... ¿La señorita de Sardonne copiaba ya la naturaleza o únicamente la muestra? La señora de Aymaret, siempre ruborizada, no pudo asegurarle nada sobre aquel particular. ¿Y qué hora preferiría la señorita de Sardonne para sus lecciones?
Al señor Villa le abro yo, porque es un caballero muy fino que hace cariñitos a las porteras... Vamos, deme usted una palmadita en la cara, como hace usted con Carmen. La criadita de los ojos negros escapó ruborizada. El comandante se enfadó o aparentó enfadarse.
Intentaba sonreír como sí tomase a broma las palabras de Juanito, pero estaba ruborizada; se había detenido mirando al suelo, y tan turbados estaban los dos en medio de la calle, que el paraguas los dejaba al descubierto y la lluvia caía sobre sus hombros. El silencio era penoso. Juanito estaba asustado por la seriedad de Tónica. La costurera reflexionaba, y al fin habló.
En cuanto se comprendió estallaron los bravos; todo el mundo felicitaba con elogios hiperbólicos a la artista que confusa y ruborizada se agitaba en contorsiones humildes, mientras su mamá embargada por la emoción estaba a punto de romper a llorar.
Palabra del Dia
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