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Actualizado: 3 de junio de 2025
Clara escucha ruborizada estas nobles palabras y murmura: Gracias, gracias, tío Leandro... Gracias todos. Jamás les olvidaré y espero que pronto nos hemos de ver. Y volviéndose a un criado añadió: Ve al comedor y bájame champagne y cigarros. Quiero que ustedes beban una copa y fumen un cigarro a mi salud y a la de mi marido.
¡Y hay quien se atreve a decir que el hábito no hace al monje! añadió irónicamente el notario. Liette se excusaba riendo, ruborizada y confusa, con gran alegría de su maliciosa discípula. Fue aquella una velada deliciosa.
Así pasaron al comedor llevando á Flora en el medio. Una vez allí, se dibujó en los labios del ama de gobierno una sonrisa maliciosa y profirió dirigiéndose á Flora: Siéntese, señorita; siéntese frente á su padre. Flora se dejó caer en sus brazos ruborizada. ¡Oh, por Dios, no me hable usted así! Señorita y aldeana. Nolo había tenido tiempo á meditar su resolución.
Maximina sacó del bolsillo un crucifijo de plata pendiente de un cordón y se lo entregó ruborizada diciendo: Este crucifijo me lo regaló la hermana San Sulpicio el día de su santo: lo traigo colgado al pecho hace tres años sin quitarlo jamás... Miguel se lo arrebató con alegría. Precisamente iba yo a pedirte una medallita para colgar al cuello. ¡Cuánto me alegro que te hayas anticipado!
Después de los cumplimientos de usanza, la señora de Aymaret, ruborizada por nada se ruborizaba esta mujer adorable , habló al pintor de su pretensión, que el artista acogió con la mejor voluntad.
Por la calle no cruzaba nadie, pero en un balcón debía de haber gente, porque después de su beso sonó otro más fuerte seguido de alegre carcajada. Carlota, ruborizada hasta querer saltársele la sangre, echó a correr desatinadamente, lloró de vergüenza y le hizo jurar que se abstendría en adelante de tales expansiones imprudentes.
No vuelva aquí, pero... Vaya al hotel esta noche. Alargó su mano; el coronel se inclinó ante ella con galantería y se retiró. Estás segura dijo la señora de Galba, ruborizada y confusa, mirando al suelo y como dirigiéndose a los rojos rizos, apenas visibles por entre los pliegues de su vestido, ¿estás segura de que serás güena si te permito quedarte aquí en mi compañía?
¿Daría usted un grito? insistió sin dejar de mirarla. ¡Vaya unas preguntas extrañas que usted hace! dijo Esperancita más ruborizada cada vez . Lo daría quizá ... o no lo daría.... En aquel momento se acercó la marquesa de Alcudia llamándola. Esperanza, tengo que decirte una cosa.... Y al pasar junto a su sobrino, murmuró muy bajo: ¡Prudencia, Pepe! Esos apartes no están en el programa.
Palabra del Dia
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