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Actualizado: 16 de noviembre de 2025


El joven derribó por tierra el sombrero y descubrió los negros y abundantes rizos de su cabeza, antes de postrarse de rodillas. Profunda fue la emoción de Poldy. El corazón le daba brincos en el pecho.

«Aquí se viste.... aquí vive.... aquí se peina.... aquí duerme.... aquí sueña!.... En esa almohada reclina su cabeza.... este armario guarda sus secretos.... aquél es el perfume en que humedece sus rizos. Allí están la imagen a quien reza la plegaria cortada por el sueño, y las sábanas a cuyo frío contacto se estremece su divino cuerpo

Sus densos, brillantes y sedosos cabellos estaban peinados en largos rizos, en una manera de teatro, contra la moda de aquellos tiempos; estos rizos, de un tono obscuro, ceñidos en la frente por una corona de rosas de brillantes, formaban un marco hechicero al rostro de Dorotea, contrastando con su blancura, que la palidez había llevado hasta el último punto del blanco en la tez de la mujer.

Elena entró, libre ya de su horrible casco y muy linda, a pesar de su timidez, con aquel puro perfil virginal entre los pesados rizos de cabello castaño obscuro. Su padre se puso contento al verla así, y varias veces me hizo guiños de satisfacción. Pero hete aquí que, al sentarse a la mesa, la muchacha se santigua con gravedad y recogimiento.

No vuelva aquí, pero... Vaya al hotel esta noche. Alargó su mano; el coronel se inclinó ante ella con galantería y se retiró. Estás segura dijo la señora de Galba, ruborizada y confusa, mirando al suelo y como dirigiéndose a los rojos rizos, apenas visibles por entre los pliegues de su vestido, ¿estás segura de que serás güena si te permito quedarte aquí en mi compañía?

Y los rizos murmurantes de las hojas nuevas, y las resplandecías apacibles del cielo, y el olor generoso de la tierra, y toda la respiración misteriosa y profunda de la vida, repitieron en un solo acento, penetrante y firme: ¡Espera!... Ya la torre de Luzmela, un poco desalmenada, seria y noble, se recostaba en el azul sin mancha del celaje.

Dos órdenes de pequeños rizos; guedejas sutiles, retorcidas con negligencia, le adornaban la frente, y de las sienes blancas, cuya piel transparentaba ligeramente la raya azulada de alguna vena, le caían dos airosos mechones.

Y como estas libertades se las había permitido varias veces, en una de ellas la niña con quien tropezó se detuvo jadeante; y echándose atrás los rizos con ambas manos, exclamó en el tono más desdeñoso que pudo: ¡Qué plaga de moco, hija!... ¡Cómo se agarra! Eso es de familia dijo otra, que se paró a su lado. Pues vamos a decirla una fresca añadió otra , a ver si se va.

Y como ella hiciese un mohín de sorpresa, continuó: Quiero decir que esa falda tan hueca, ese moño tan bajo, esos rizos tan... subversivos, todo tan... flamenco no está en relación con la belleza elegante y distinguida de usted. Cuanto lleva usted encima pide una cara más, enérgica, facciones duras... Gracias por la galantería repuso ella secamente. Pero no le fue desagradable la lisonja.

Aun cuando ya Lady Clara no se interesaba en las declaraciones de Carolina, permanecieron todavía algún tiempo en esta situación. Abandonada a sus pensamientos y deslizando los dedos por entre sus rojos rizos, dejó que la niña desatase toda su charla. No me tienes bien, mamá dijo Carolina finalmente después de cambiar una o dos veces de postura.

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