Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 25 de junio de 2025
Volvió a contemplarle Rivera con sorpresa, y repuso sin poder evitar una sonrisa de lástima: Puede, puede ser. Yo le he tratado muy poco, ¿sabes? Desde que ese idiota de Moreno le ha tomado por su cuenta, temía que se hubiese extraviado. Mario sonrió algo contrariado. ¡Qué duro está usted con Adolfo, D. Miguel! ¡Alto ahí, amigo!
Además, su hija Julia se criaba con tanto mimo y melindres, producía tales disturbios en la casa y originaba tantos disgustos, que en medio del amor de padre, que no muere nunca, el brigadier Rivera no podía menos de sentir hacia ella cierto leve rencor que la desgracia de Miguel contribuía a sostener.
Hallándome en Moxos en 1832, don Carmelo Rivera, gobernador interino de la provincia, trató de reprimir los desórdenes y purgar el pais de esos empleados especuladores y poco honrados, tomando para ello una medida enérgica.
Siguiendo adelante los abusos, llegaron á ser intolerables; empero, entre los gobernadores españoles, mudos testigos de tan lamentable estado de cosas, á que no les era dado poner remedio, hubo uno que se atrevió á levantar la voz: este fué don Lazaro de Rivera, quien presentó sucesivamente á la audiencia de Charcas, en 1786 y 1787 , varias memorias, expresando el voto de los habitantes de San-Pedro, de Trinidad y de Concepcion, que deseaban pagar el real tributo, y sustraerse al estremado rigor con que se veian tratados por los curas, quienes frecuentemente los hacian azotar por mero capricho, en tanto que escandalizaban al pueblo con la depravacion de sus costumbres.
Pero en aquel instante entraron en el comedor dos nuevos tertulios y se suspendió la conversación. Ninguno de los dos llegaría a veinticinco años: dieron la mano con gran confianza a los señores y besaron a los niños, lo cual testimoniaba su amistad con la familia de Rivera.
Cuando te siente postrado Entre tus ramas suspira, Y cual armónica lira Lanza tu tronco humillado Ecos de tierno dolor. Al lucir el alba pura, En la Pampa ya no brillas, Y tus hojas amarillas Rodando por la llanura Van á perderse en el mar. Los cisnes de la rivera Que visten plumas de nieve, Meciéndose en la onda leve Siguen tu traza lijera Por las ondas de cristal!
Pues yo pensaba que esas redondillas tan vigorosas necesitaban grandes martillazos. D. Laureano y Mario volvieron la cabeza para reírse. Adolfo Moreno metió la cara por el periódico para hacer lo mismo. Usted siempre de broma, amigo Rivera dijo el poeta, avergonzado. El café estaba en su momento álgido.
No podían ser más sencillas sus costumbres: habitaba un cuartito bajo detrás de la tienda en compañía del mancebo y una cocinera vieja que arreglaba sus fugaces refacciones: dos o tres veces por semana comía en casa de Rivera, y una que otra se autorizaba el lujo de entrar en un restaurant y engullirse un cubierto de diez reales; jamás iba al teatro, pero tenía dos pasiones decididas, los toros y los sermones, las cuales procuraba ocultar porque entendía que la primera era una flaqueza, y dejar ver la segunda acusaba vanidad o jactancia.
12 La traición en propia sangre, del maestro Rivera. 1 La culpa más provechosa, de D. Francisco de Villegas. 2 El bandolero Sol Porto, de Cáncer, Rosete y Rojas. 3 La vida en el ataúd, de D. Francisco de Rojas. 4 Los muros de Jericó, de D. Sebastián de Olivares. 5 Las cinco blancas de Juan de Espera en Dios, de D. Antonio de Huerta.
Con tal motivo hablaron de los pintores y escultores más en boga, ponderando los méritos de cada uno. Después de larga pausa en que Miguel quedó pensativo, dijo de pronto: ¿Por qué no haces algo para la exposición? Mario pareció confuso. Bajó la cabeza balbuceando algunas frases que revelaban su modestia. Creo que estás un poco equivocado respecto a tus fuerzas replicó Rivera.
Palabra del Dia
Otros Mirando