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Actualizado: 25 de junio de 2025
Entre estas últimas la más íntima y asidua fue Lucía Población, aquella joven rubia que D. Manuel de Rivera saludó en el Prado llevando a Miguel en su compañía. Los pormenores biográficos que había dado a su sobrino eran exactos. Lucía no tenía fortuna; vivía atenida a una pensión que el Estado le pagaba por haber sido su padre regente de la Audiencia de Puerto Rico.
Timoteo salió a alquilar un carruaje. Tanto él como Mario se brindaron a acompañarle y sus esposas respectivas lo mismo. Miguel Rivera, que estaba allí casualmente, también quiso ser de la partida. A las tres de la tarde salieron todos, en un familiar, de la calle de Ramales, célebre ya en todo el orbe, en dirección a la puerta de Toledo. El día claro y apacible.
Tal ves sea lo que usté dise... pero yo no lo puedo remediá... ¡me causan horró todas las penas corporale! Al pronunciar estas palabras sus labios estaban contraídos por una sonrisa de inefable dulzura, mientras sus ojos seguían mirando a la primogénita de Rivera.
Recuerdo además un Bodegón, de Velázquez; una Santa María Egipciaca, de Rivera; una Cena, de Vinci; una Cabeza de San Francisco y un San Pedro Advíncula, del dicho Rivera; nueve cuadros de la Vida de la Virgen, de Lucas Jordán..... y, en fin, una multitud de lienzos notables, si no de primer orden, de Palomino, Zurbarán, Murillo, Vandik, Rubens, Valentín Díaz, etc.
D. José Rivera Indarte, en su elocuente y erúdito discurso: «Es accion Santa Matar á Rosas» Con este motivo transcribiré en este lugar mi opinion sobre la doctrina del tiranicidio, predicada por Rivera Indarte.
En la Universidad de Salamanca explicaron maestros tan insignes como Nebrija, Fray Luis de León, Melchor Cano, el Brocense, Fray Domingo Soto, Covarrubias, etc., y aprendieron los santos siguientes: San Juan de Sahagún, Santo Tomás de Villanueva, Santo Toribio de Mogrovejo, San Juan de la Cruz, San Pedro Bautista, San Miguel de los Santos y el Beato Juan de Rivera.
Repárela usted bien. La chula no apartaba del carruaje sus ojos con expresión tan fiera y despreciativa que fascinaban como los de una pantera. En efecto, debe de ser bien dominante manifestó Carlota. ¡Un cabo de vara! repuso Rivera. Lo que le hacía falta a ese cínico que se ha pasado la vida burlándose de todas las leyes divinas y humanas. Llegaron por fin al manicomio.
Pero al llegar de nuevo a la de Rivera se encontró con una esquela de Carlota. «A las cinco espérame en la plaza de la Independencia, esquina a la calle de Alfonso XII.» Y una hora antes de la convenida ya estaba nuestro joven en espera con la impaciencia de un galán primerizo.
Pero, ¿qué es eso, D. Bernardo? Señores dijo éste solemnemente; el capítulo de caballeros de la orden de San Juan de Jerusalem, me ha hecho la honra de recibirme en su seno. Aquí me tienen VV. de gran uniforme... Muy lindo, Rivera, muy lindo... está V. admirablemente dijo el coronel, sin poder comprenderse bien, por la entonación, si hablaba seria o irónicamente.
In cujus rei testimonium presentem vobis fieri jussimus nostro pendenti sigillo munitam. Datum Cæsaraugustæ VI nonas Maii anno M. CCC. L. Egea Regens. Nota 8.ª Página 227 del libro del P. Rivera.
Palabra del Dia
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