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¿Qué hace Mario allí parado? preguntó Carlota volviendo la vista atrás. Rivera se volvió también y, al observar la actitud contemplativa del artista y la extraña expresión mística de sus ojos, comprendió lo que pasaba en su alma. Déjalo manifestó gravemente. Tu marido quizá sepa en este momento dónde se halla el origen del pensamiento.

En honra y gloria de esta figura, para regalarla y darla el debido esplendor, había sacrificado D. Manuel Rivera todo su tiempo y casi todo su capital.

Vio después a San Lázaro, hospital de leprosos, y el inmenso y soberbio hospital de las Cinco Llagas del Señor, llamado vulgarmente Hospital de la Sangre, obra magnífica de los Enríquez de Rivera, en que han consumido millones y cuyo patronato ha reservado la caridad y el celo público del fundador, harto más grandes que su grande obra, a aquel que la concluya.

También echamos de menos en el inventario la mención de la primitiva cabeza de barro del Rey D. Pedro, que estuvo en las casas del Jurado Pereda en el Candilejo, salvada de su destrucción por el gran Duque de Alcalá D. Fernando Enriquez de Rivera

El General Primo de Rivera entregó el primer plazo de 400,000 pesos mientras aún permanecían los dos Generales en rehenes. Nosotros, los revolucionarios, cumplimos por nuestra parte con la entrega de armas, que pasaron de mil, como consta á todo el mundo por haberse publicado la noticia en los periódicos de Manila.

Merced á la mediación de Don Luis de Rivera, á quien Don Juan viene recomendado, en Toledo, consigue éste salir á veces de la cárcel y hablar, por la reja, con su amada, que, sin embargo, no se da á conocer; averigua después, con harto pesar suyo, que Don Luis, con quien traba la amistad más estrecha, pretende también á la misma dama; estos lazos y los de la gratitud, por los muchos favores que debe á su amigo, parece como que le obligan á renunciar á su amor.

4.a También se convino suprimir las Corporaciones religiosas de las Islas y establecer la autonomía en el órden político y administrativo, aunque á petición del General Primo de Rivera, éstos extremos no se consignaron por escrito, alegando que era muy humillante hacerlo así para el Gobierno Español, cuyo cumplimiento por otra parte, garantizaba él con su honor de caballero y militar.

Se conocía a la legua que su espíritu se hallaba profundamente impresionado por la estatuaria griega, y que adoraba en ella el sentimiento de la medida, la vida en el reposo, la grave serenidad, el desdén de los efectos. Pero este desdén, que se advertía demasiado en el grupo del joven escultor, en concepto de los amigos de Rivera le perjudicaría mucho para el éxito en el certamen.

En cambio la intendenta apretó de firme, sobre todo en la declamación: al echar los brazos al cuello a Rivera para retenerle, estuvo inimitable. Cuando bajó el telón, tío Manolo, desesperado, saltándosele las lágrimas, agitó los puños contra el suelo exclamando: ¡Infame tierra! ¿por qué no te abres y me tragas?

Habiendo sido infructuosas las diligencias practicadas por don Lazaro de Rivera para hacer que los indios fuesen sometidos al tributo, logró á lo ménos, en 1789, que se adoptase un nuevo plan de reforma, que consistia en dejar á cargo de los curas el poder espiritual, miéntras que la direccion industrial de cada mision seria confiada á un administrador secular, encargado de servirse para ello de las antiguas reglas establecidas por los Jesuitas.