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Actualizado: 25 de junio de 2025
Entonces se produjo en la familia de Rivera un movimiento de sorpresa dolorosa; pero nadie osó dirigir cargo alguno al causante de la desgracia; sólo por medio de rodeos y perífrasis, Valle declaró que el café pudiera estar más claro aún, lo cual no sabía si debiera achacarse a la calidad del mismo café, a la deficiencia del aparato o a alguna ligera imperfección en la manera de armarlo.
Desprecian los soldados al Adelantado Alvar Nuñez, por su soberbia: hace dar muerte á los Sococies sin justa causa. Luego que vió á Rivera el Adelantado, determinó ir con todo el ejército á las provincias en que habiamos estado: y los soldados no queriamos seguirle, y menos en tiempo que toda la provincia estaba inundada, y muchos de los que fueron con nosotros, enfermos.
Oiga usted, D. Dionisio dijo Miguel Rivera, que no quitaba del laborioso poeta sus ojos risueños. ¿No le han pasado a usted recado nunca los vecinos? ¿Por qué me lo habían de pasar? preguntó sorprendido Oliveros. ¡Toma! Por el ruido que usted hará en las altas horas de la noche al fabricar sus poemas. Yo no hago ruido ninguno repuso el otro, amoscado. ¡Ah!
Relevado D. Camilo Polavieja por el Capitán General D. Fernando Primo de Rivera, éste anciano guerrero persiguió en persona á los revolucionarios con tanta firmeza como humanidad, logrando reconquistar toda la provincia de Cavite y arrojando á los rebeldes á las montañas.
El director de La Monarquía era un mocetón robusto, de treinta y cuatro a treinta y seis años de edad, cuya figura formaba triste contraste en aquella ocasión con la delicada y exigua de Rivera. Sin embargo, a los pocos momentos comprendió éste que no se las había con un tirador consumado.
Calificábalo por detrás de hombre frívolo, ignorante, y periodista insustancial; pero nada se atrevía a replicarle, en parte, porque Miguel le llevaba bastantes años y, en parte también, porque temía a su proverbial causticidad. D. Laureano había llegado al mostrador y, arrimado a él, hablaba secretamente con el encargado. ¿Por qué le llamaba Matusalén Rivera?
Mas al terminarse el acto, cuando el célebre ¡Ah maledetto! del tenor, el tío Manolo tuvo la desgracia de soltar un gallo. Nunca había dado las notas altas muy claras y las temía mucho. En el auditorio se levantó un leve murmullo, al cual siguió un estrepitoso aplauso en testimonio de simpatía y perdón. Rivera, sin embargo, se desconcertó completamente y cantó lo que quedaba rematadamente mal.
Rivera manifestó Utrilla, comenzando a pegar feroces chupetones al cigarro, no sabe V. lo que a mí me alarmó verle pasear la calle de su hermanita.
Pueden ustedes retirarse cuando gusten. ¿Ha puesto alguna resistencia? preguntó Rivera. Absolutamente ninguna. Queda tan sosegado esperando que mañana le he de enseñar el consabido individuo... Hoy no puede ser añadió sonriendo; se encuentra ya durmiendo. Quedaron los tres silenciosos y tristes. Mario preguntó al fin tímidamente: ¿Sería posible verlo sin que él nos viese, antes de irnos?
Es, por consiguiente, la Virgen que vimos en Salamanca un dato curiosísimo de la historia del arte y de la historia de Rivera; pues hay que advertir que no cabe duda alguna respecto de su autenticidad, ya porque así resulta de incontestables documentos, ya porque, en medio de su santa alegría y pudorosa mansedumbre, aquel cuadro ostenta, en cuanto lo consiente la índole del asunto, toda la intensidad y brío de color del Spagnoletto; su manera, su estilo, su genio, su carácter.
Palabra del Dia
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