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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Y habiendo sufrido muchas pérdidas, atrasos y arribadas, por los grandes temporales y otras contrariedades, al fin desde el rio Janeyro resolvió el Comandante, con acuerdo de los demas oficiales, que Diego de la Rivera con dos navios y tres fragatas saliese para el Estrecho con la gente, víveres y efectos destinados á poblar.

Nuestro D. Manuel Rivera, por sus prendas personales, por sus relaciones con la alta sociedad madrileña y por los años que llevaba en la casa, representaba también papel principal en ella.

Llegado a Montevideo, sabe que Rivera ha sido derrotado, acaso porque él no estuvo para enredar al enemigo en sus propias maniobras. Toda la ciudad, consternada, se agolpa a su humilde morada de fugitivo a pedirle una palabra de consuelo, una vislumbre de esperanza. «Si me dieran veinte días, no toman la plaza», es la única respuesta que da sin entusiasmo, pero con la seguridad del matemático.

¡Anda, bien empleado te está, por farol! le dijo por lo bajo Enrique. Déjele V., amigo Rivera, déjele V. esplayarse. ¿V. no sabe que la ciencia a veces produce indigestiones? manifestó el coronel. Carlitos cerró la boca muy mohíno. El templo de Santa Sofía en Constantinopla vea V., coronel dijo Romillo.

Sobreviene al mismo tiempo la justicia, y aprisiona á Don Juan como autor presunto del delito, puesto que se halla al lado del cadáver. La escena inmediata es en la habitación de Don Fernando: Leonarda, su hermana, discurre con su criada acerca de las pretensiones amorosas de un Don Luis de Rivera, que la molestan.

Aun cuando el señor Mitre no ha hecho profesion de poeta, como él mismo lo ha dicho, y dejó de escribir versos muy temprano, como todos sus contemporáneos, Mármol, Gutierrez, Dominguez, Rivera Indarte, Irigoyen, Thompson, Balcarce, Cuenca y otros para quienes la lira fué mas bien un arma de combate que un instrumento artístico, precisamente por esto su obra poética es una página de nuestra historia revolucionaria, siéndolo á la vez de la literatura nacional.

Doña Martina, el coronel, Romillo y Hojeda, formaban el núcleo de la tertulia, departiendo alegremente en torno de la mesa, mientras el señor de Rivera se mantenía un poco alejado de ellos con un periódico en la mano.

Miguel Rivera se había ido. En su lugar estaba Godofredo Llot.

Saltaba alegremente el carruaje sobre el empedrado de las calles. El gran fisiólogo iba de humor excelente y departía sobre su famoso descubrimiento con Rivera, que apoyaba con vivos movimientos de cabeza sus disquisiciones. Luego que salieron de la villa y empezaron a correr por la carretera tuvieron un gracioso encuentro.

El estereoscopio continuó dando juego algún tiempo, y mientras lo daba, apareció en el comedor el último retoño de los Sres. de Rivera, que venía dormido en brazos de la nodriza. Era una niña de catorce meses, de carita ovalada y pálida, con cierta expresión triste y reflexiva. Aquí está mi Serafina exclamó la madre llena de gozo y orgullo.

Palabra del Dia

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