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Actualizado: 11 de julio de 2025
Recordaba, entre risueña y asustada, la charla de las gentes del pueblo que, buscando en vano la paternidad de la niña, y observando algunas de sus peculiaridades, habían dado en decir que Perla procedía de un demonio, como ya había acontecido más de una vez en la tierra; ni fué Perla la única á quien los puritanos de la Nueva Inglaterra imputaron origen tan siniestro.
Y al instante, rápidamente también y con cierta ansiedad feroz, puso la palma de la mano sobre él y lo hizo desaparecer. Quedó limpio el cristal. La Peña Mayor, bañada ya por la luz del sol, dejóse ver risueña y serena como nunca. Hizo llamar á sus hijos, y pasó más de una hora jugando con ellos como una niña.
Las señoras, que aguardaban en la antesala, decían en voz de falsete a las que entraban: «Se está despidiendo, se está despidiendo de su padre... Don Mariano no quiere ir a la ceremonia.» Después apareció otra vez María, risueña y serena como antes, diciéndoles: Vamos, señores; en marcha.
Ana sonreía, hermosa y fresca con su traje sencillo de la hora de acostarse. ¿Y ustedes? dijo Quintanar. Nosotros respondió Paco nos hemos quedado sin cama porque a la señora gobernadora le dio el capricho de tener miedo a los truenos y quedarse a dormir.... ¿De modo?... preguntó Ana risueña. Que dormiremos en un sofá. Vaya, vaya, pues buenas noches.
Al ver entrar a su amiga, el inválido puso una cara muy risueña. Todos los sentimientos los expresaba ya riendo. La mandó sentar a su lado, y aun quiso seguir en su solaz inocente; pero tuvo que suspenderlo para coger la trompetilla. Fortunata cogió en sus manos uno de los gatitos para acariciarlo.
Era preciso que usted pudiese apreciar vivos estos dos cuadros para que no dudase sobre cuál de ellos cernía más el tedio sus negras alas, y que generación vivía más tranquila y más risueña, si la que se cubre con el oropel de la moderna sabiduría, ó la cobijada bajo los harapos de nuestra vieja ignorancia.
Lotario alabó su buena determinación y dijo que él, por su parte, ayudaría a levantar tan ilustre edificio. »Con esto quedó Anselmo el hombre más sabrosamente engañado que pudo haber en el mundo: él mismo llevó por la mano a su casa, creyendo que llevaba el instrumento de su gloria, toda la perdición de su fama. Recebíale Camila con rostro, al parecer, torcido, aunque con alma risueña.
Otra de las particularidades de aquél era el tutear a todo el mundo, grandes y chicos, señoras y caballeros. ¡Yo! exclamó la dama. ¿Y por qué soy el perro del hortelano?... Sepamos. Pues decía Amalia que ni querías comerte la carne ni permitir que la coma D. Santos. ¡Vamos! ¿Quieres callarte, embustero? dijo la señora, medio irritada, medio risueña, dándole un pellizco.
Madama Scott no tomó un palo para echar de su casa a aquella gente. Tuvo a la vez diez, veinte, treinta adoradores; pero ninguno pudo jactarse de la más mínima preferencia, a todos opuso la misma resistencia amable, alegre, risueña... Claro era que se divertía en el juego, y no tomaba ni por un instante la partida a lo serio. Jugaba por placer, por honor, por amor al arte.
Si te dijese: «En tí tan solo pienso, «Ángel hermoso de cabellos de oro!» Al ver brotar de la pasion el lloro ¿Rechazarías mi amoroso incienso? Si dijese: «Tu imágen solo veo; «Vírgen pura, de rostro de azucena!» Con esa voz que el alma me enajena Me dirías risueña: «No lo creo.»
Palabra del Dia
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