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Actualizado: 11 de junio de 2025
Yo estaba sin ocupación y sumida en horrible fastidio, y acepté por distracción y porque aquella muchacha me agradaba. Tú la recuerdas, joven, alegre, risueña, viviendo en el mayor descuido y ávida solamente de placer, al que se entregaba con locura. Nunca había yo tenido por amigas sino mujeres honradas.
En algunos momentos había tenido que amenazarle entre risueña y ofendida por tener las manos largas. Pero María de la Luz no podía permanecer mucho tiempo en el mismo sitio. La reclamaban las gentes de la cocina al no encontrar las cosas más indispensables para sus guisos. Avanzaba la misa.
Estaba más alta, un poco más gruesa, con el color menos pálido, la boca más risueña, los ojos no menos seductores y arrebatadores que los de su madre, célebres en toda la redondez de España, la voz más segura, sonora y grave, y el conjunto de su persona respirando firmeza, vida, soltura y nobleza. ¡Oh imagen tan perfecta vista como soñada! ¿Fue suerte o desgracia haberte conocido?
Era todo el talento de Pepe Castro en el orden moral. Los demás que poseía referíanse enteramente al físico. Se habían disipado las nubes que cubrían la frente de Clementina. Mostróse locuaz y risueña. Fué pródiga de caricias con su amante en la hora que con él estuvo.
Rafael vivía envuelto en aquel mismo ambiente tibio y suave del hogar honrado, que una tarde, paseando por Valencia, le mostró don Andrés como esperanza risueña si quería volver la espalda a la locura. Tenía mujer e hijos; era rico.
Miguel hizo una mueca risueña a su hermana, le dijo adiós con la mano y se dirigió con paso firme a la sala, precedido de la criada, quien al llegar a la puerta levantó la cortina y le dejó el paso. La brigadiera Ángela, que estaba sentada en una butaca, se levantó al ver a Miguel, pero no avanzó a su encuentro.
Aquella aldeanita risueña, cariñosa, traviesa se le iba metiendo por el corazón adentro; le costaba cada vez más trabajo prescindir de ella. ¿Sería cierta la sospecha que la zagala había osado comunicar con su amiga orilla del río? Sí; era cierta. D. Félix, poco después de quedar viudo, había tenido por criada á una muchacha hija de unos arrendatarios de Lorío.
Tornó a rechazarla por medio de un sin número de juiciosas reflexiones. A los pocos días volvió a colársele en el magín más risueña y deslumbradora que antes. Trabose entonces una verdadera batalla en el ánimo de nuestro indiano, de cuyas resultas andaba inquieto, silencioso y desvelado, sin ganas de comer, vagando por los caminos hasta bien entrada la noche.
Me miraba como se mira a un amigo de la casa, en el que es preciso detener un segundo los ojos, cuando se cuenta algo o se comenta una frase risueña. Pero nada más. Ni el más leve rastro de lo pasado, ni siquiera afectación de no mirarme, con lo que había yo contado como último triunfo de mi juego. Era un sujeto no digamos sujeto, sino ser absolutamente desconocido para ella.
D.ª Carolina volvió de nuevo su fisonomía condescendiente hacia Timoteo, dibujándose en ella otra dulce sonrisa. Sí, hija mía, sí. Es una cosa seria lo que tiene que decirte. Abre. Ni seria ni risueña: no quiero oír nada repuso Presentación. Que se vaya. D.ª Carolina sonrió nuevamente y apretó la mano del violinista.
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