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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Se oía la voz del organillero pidiendo a gritos que «le echasen algo» de los balcones. Cuando callaba el piano venía de lejos un runruneo de guitarra con choque de castañuelas y férreo retintín de triángulo.
Cuando doña Lupe llamó a la puerta, su sobrino le abrió, y pasmose ella de que estuviera en pie todavía. «¡Qué despabilado está el tiempo!» dijo la señora con cierto retintín, que hizo estremecer al joven, limpiando súbitamente su espíritu de toda idea de independencia, como se limpia de sombras un farol cuando aparece dentro de él la llama del gas.
«Ya, ya sabemos que se le lleva consigo... dijéronle con retintín . Así se portan las mujeres de rumbo, que estiman a un hombre... Vaya, vaya, que eso es correrse... Bien se ve que se puede. ¡A ver!... Pero como a ustedes no les importa, yo digo... ¿Y qué? Pues na... En fin, aliviarse. ¡Contento que tiene usted al ciego Almudena! ¿Qué le pasa?
Así es que andan como ladrones, con paso silencioso y rápido; á veces, hasta envuelven con paja los cascabeles de las mulas para que el retintín del metal no irrite al genio maléfico que desde allá arriba les amenaza.
Después quiso llevársela sin bautizar, diciendo que le tenía sin cuidado este requisito y que sólo lo cumplía por dar gusto a su hermana. En la disputa llamaba con gran retintín a los curas y acólitos reunidos en la sacristía, cuadrilla de bramantes... Les llamaría brahamantes interrumpió Rafael. Sí, eso es: y también bonzos; así, por chunga; de esto me acuerdo bien.
Al depositarlo sobre un tronco, con mucho cuidado, como si contuviese cosas frágiles, sonó en su interior un retintín metálico. La Mariposa suspiraba, como echando fuera el dolor de este sacrificio, y lentamente, sin dejar de mirar a lo lejos, con el temor de ser sorprendida, fue desatando los nudos del envoltorio.
Lo cierto es que el rapaz abrió la mano, separando mucho los dedos, y los ochavos apresados cayeron entre los restantes, con metálico retintín. No por eso hay que figurarse que Perucho renunciaba a sus dos cuartos, los ganados honradamente con la agilidad de sus piernas. ¡Renunciar! ¡A buena parte!
Soledad, avergonzada, reía también. Lo que es conmigo no gastarías tanta guasa, arrastrao dijo María-Manuela. ¿No tienes á tu disposición el dinero de la venta? añadió encarándose con Soledad. ¿Pues por qué no mandas por todas las yemas que se te antojen? Eso pregunto yo. ¿Por qué no manda? replicó Velázquez con retintín. Soledad hizo un gesto de impaciencia indicando á María-Manuela que callase.
Ya sabes que le tengo bien aprendido en la memoria... El hombrazo se revolvió en su banco gruñendo un poco, y dijo al fin, con voz cavernosa y resonante: En ese que tú llamas pasaporte no hay cosa que me agravie, y puede estamparse siempre a la misma luz del sol: bien lo sabes tú. ¡Pero cuidado con el retintín! porque hay bocas que hasta el mismo «Credo» de la misa hacen sonar a lo que no es...
Y mientras los dos hombres se veían impulsados por un cariño un tanto despótico a sentarse a la mesa, Leonora, seguida de su doncella, entraba en la habitación inmediata, poniéndola en revolución con un retintín de llaves y ruidoso abrir de cofres.
Palabra del Dia
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