Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 26 de junio de 2025


«Con tal pensó Loppi que la maga me quiera hacer este favor.» Y al otro día a la mañanita fue al charco, y se puso a dar voces: /P «Camaroncito duro, Sácame del apuro.» P/ y el agua se movió, y salió una boca negra, y luego otra boca, y luego la cabeza, con dos ojos grandes que resplandecían. ¿Qué quiere el leñador? Para , nada; nada para , camaroncito: ¿qué he de querer yo?

Fijos allí, no quitábamos los ojos de la tremenda fila de corazas que resplandecían en la loma de enfrente, quietas y confiadas en su valor y pesadumbre.

A la mañana siguiente, cuando Lucía fue a despertar a Pilar, retrocedió tres pasos sin querer. Tenía la anémica la cabeza enterrada de un lado en las almohadas, y dormía con sueño inquieto y desigual; en las orejas, pálidas como la cera, resplandecían aún los solitarios, contrastando su blancura nítida con los matices terrosos de las mejillas y cuello.

El emperador mandó poner el palacio de lujo: y resplandecían con la luz de los faroles de seda y de papel los suelos y las paredes; las rosas rojinegras estaban en los corredores y los atrios, y resonaban sin cesar, entre el bullicio del gentío, las campanillas: en el centro mismo de la sala, donde se le veía más, estaba un paral de oro, para que el ruiseñor cantase en él: y a la cocinerita le dieron permiso para que se quedase en la puerta.

Tenia su amante, como le tiene toda hermosa y gran princesa: entró un dia su padre en su aposento, y cogió al amante con el rostro encendido y los ojos que como dos carbunclos resplandecian, y la princesa tambien con la cara muy encarnada. Disgustó tanto al padre el rostro del mancebo, que le sacudió la mas enorme bofetada que hasta el dia se ha pegado en toda su provincia.

Brillaban dentro las luces, resplandecían los ex votos y el barquito colgado del techo se balanceaba con las velas desplegadas. En el raso de la ermita, cercado por una tapia baja encalada, unas cuantas muchacas estaban sentadas. Hubo que comprar una rueda de rosquillas blancas y regalar una a cada uno de los chicos de Quenoveva y al niño de la Cashilda.

Ya en lo alto de la escalera, que no era larga, entramos en el crucero de siempre, porque todas las casas pudientes de aquellas alturas, y aun las equivalentes de los valles bajos que he conocido después, parecen hechas por un mismo plano; sólo que en la de Robacío hallé una novedad que llamó muy agradablemente mi atención, y fue la de tener las paredes de todos los pasadizos literalmente cubiertas, de techo a suelo, con ristras de panojas, que, por estar abiertos puertas y balcones e inundada de sol toda la casa, resplandecían como tapices orientales bordados de oro y perlas.

Las calles, empedradas de grueso guijarro, resplandecían a la luz de los reverberos. Al salir de la casa unos tomaron por la calle abajo; otros, entre ellos Fernanda, hacia arriba en dirección a la plaza. Pocos pasos habían dado cuando sintieron el estrepitoso trotar de unos caballos que doblaban en aquel instante la esquina y bajaban hacia ellos.

Los vidrios de las ventanas y los blancos muros del remoto santuario de la Virgen; patrona del lugar, que está en lo más alto de un cerro, así como otro pequeño templo o ermita que hay en otro cerro más cercano, que llaman el Calvario, resplandecían aún como dos faros salvadores, heridos por los postreros rayos oblicuos del sol moribundo.

Don Carlos, en efecto, era un morenito muy salado de veintidós á veintitrés años. Sus vivos y grandes ojos resplandecían con el fuego de la inspiración. Su cabellera negra, ya sin polvos, lucía y daba reflejos azulados como las alas del cuervo. Los movimientos de su boca al hablar eran graciosos. Los dientes que dejaba ver, blancos é iguales; la nariz, recta, y la frente, despejada y serena.

Palabra del Dia

irrascible

Otros Mirando