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Actualizado: 11 de octubre de 2025


Ivona quedó en la posición que la dejara, pero su mirada continuaba siendo fija y sombría. Los cabellos de Kernok se erizaban sobre su cabeza; con las dos manos hacia adelante, el cuello tendido, como fascinado por aquella mirada pálida y siniestra, escuchaba respirando apenas, dominado por un poder superior a sus fuerzas.

Sus lágrimas son cada vez más abundantes y su cuerpo tiembla todo; busca un apoyo y se inclina hacia atrás. Juan lanza un grito de angustia, y, de un salto, se precipita para recibirla en sus brazos. ¡Por el amor de Dios, Gertrudis! dice con la voz trémula, respirando con esfuerzo. Un sudor frío cubre su frente.

Somos ocho amigos, sanos, contentos, jóvenes y respirando alegremente el aire de los campos, viendo la vida en esos momentos color de rosa, bajo la impresión de la profunda cordialidad que impera y ante la perspectiva de las hondas emociones del día siguiente.

Como está una en desgracia... añadió la dama continuando la queja interrumpida, ya no se nos guardan ciertas consideraciones, y se nos desmiente cuando afirmamos una cosa. ¡Yo, señoras mías! balbució Elías. En otro tiempo dijo Salomé, respirando fuerte y acumulando en la mirada todo el desdén de su carácter, en otro tiempo no pasaba así.

Atención, señores. El del Barandal del cielo dijo Asunción, respirando con alegría. El de los Santos pechos dijo Presentación. Vamos, no se haga usted de rogar. Pues voy a echarles una canción que me enseñaron los franceses. No, nada de franceses. Si es muy bonita, aunque a decir verdad, yo no la entiendo.

No he sido la única culpable, pero si sola para sufrir la expiación. ¿Tenías cómplices? Uno solo. ¿Sorege? . ¡El miserable! ¿Y por qué quiso perderme? Porque me amaba. Jacobo se quedó inmóvil, silencioso, respirando apenas, tan oprimido estaba por la angustia de aquel momento solemne. Por fin preguntó: ¿Pero , por qué te prestaste á su infamia? ¿Por qué contribuíste á perderme?

Un destino fatal encadenó su vida a la de ese desdichado, víctima de su temperamento, víctima también de su egoísmo y de su orgullo... Está bien añadió al cabo serenándose . Mañana llega Clara, pasado saldremos todos para el Havre y dentro de tres días navegaremos en alta mar respirando el aire de la libertad y de la dicha.

¡Santo Dios! yo te doy gracias, exclamo respirando, como el ciervo que acaba de escaparse de una docena de perros, y que oye ya apenas sus ladridos; para de aquí en adelante no te pido riquezas, no te pido empleos, no honores; líbrame de los convites caseros y de días de días: líbrame de estas casas en que es un convite un acontecimiento; en que sólo se pone la mesa decente para los convidados; en que creen hacer obsequios cuando dan mortificaciones; en que se hacen finezas; en que se dicen versos; en que hay niños; en que hay gordos; en que reina, en fin, la brutal franqueza de los castellanos viejos.

El humo de los hornos que durante toda la noche velaban respirando con bronco resoplido se plateó vagamente en sus espirales más remotas; apareció risueña claridad por los lejanos términos y detrás de los montes, y poco a poco fueron saliendo sucesivamente de la sombra los cerros que rodean a Socartes, los inmensos taludes de tierra rojiza, los negros edificios.

La Marquesa tendida en una silla larga, forrada de satén, estaba en la galería de su gabinete respirando con delicia el aire fresco de la calle. Se disputaba a gritos. Cerca de ella, triunfante, en pie, con un abanico de nácar en la mano derecha, dándose aire voluptuosamente, ostentaba Glocester su buena figura torcida.

Palabra del Dia

reclinándose

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