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Actualizado: 26 de julio de 2025


Ni dinero ni casa, y la pobre compañera enferma, sin otra esperanza que dar a luz su hijo en medio de la calle. La Mariposa repetía con tono estupefacto: ¡Y yo que te creía con posibles, Isidrín!... ¡Y yo que me figuraba que ganabas el oro y el moro escribiendo en los papeles!... Pero su asombro no fue de larga duración.

Allí había pasado sus últimos años el dueño del buque, enfermo del corazón, con las piernas hinchadas, dirigiendo desde su asiento un rumbo que se repetía todas las semanas, á través de las nieblas, á través de las olas invernales que arrastraban pedazos de hielo arrancados á los icebergs.

Quisiera morir cuando el sol traspone los montes lejanos del horizonte, cuando muere la luz entre celajes de ópalo y grana. Quisiera morir, y sería feliz si supiese que en mi tumba solitaria vendría usted a depositar algunas margaritas silvestres... Timoteo repetía los conceptos poéticos que más habían herido su imaginación en la letra de los nocturnos y canzonetas que tocaba.

El censor que llevaba dentro repetía el mismo consejo: «Busca una hembra, y todo pasará inmediatamente; una hembra que sólo te inspire un interés momentáneo; nada de mujeres y de complicaciones pasionales. Haz lo mismo que recomendaste á CastroMuchas veces había entrado en el Casino con el aire resuelto del matarife que va á escoger en el rebaño la res diaria.

Todos los días recibía noticias de Roma. Había esperanzas de que Italia se mantuviese neutral. Pero ¿quién podía fiarse de la palabra de tales gentes?... Y repetía sus insultos iracundos. Se habituó el marino inmediatamente á esta casa, como si fuese la suya.

«¡Cristo!, ya le tenemos otra vez con el dichoso dengue... chilló Nicanora, reponiéndose al instante de aquel gran susto . Pobrecito mío, hoy viene perdido...». Don José entró a pasos largos y marcados, con desplantes de cómico de la legua; los ojos saltándosele del casco; y repetía con un tono cavernoso la terrorífica palabra: ¡adúuultera!

La gente la devoraba con los ojos y se repetía en voz baja: «¡Viene sonriendo, viene sonriendo!» ¡Ah, , la nueva esposa de Jesucristo sonreía, esperando el dulce premio de su sacrificio! Pero el anciano que en el mismo instante paseaba solitario por uno de los salones de la casa de Elorza..., ¡ése no sonreía!

Conversábamos a orilla del mar, siguiendo la ondulada línea de una preciosa bahía, y admirando desde la playa, los espléndidos efectos de luz que el astro de la noche prestaba a las argentadas ondas. Yo le daba el nombre de esposa y ella repetía el mío con voz suave, angelical.

Su madre era la que hablaba con más frecuencia. Tòni repetía con voz sorda las mismas excusas: «No . El capitán va á llegar de un momento á otro...» Pero al verse fuera del salón y de la casa, estalló su cólera contra él mismo, contra su maldito carácter que no sabía mentir, contra todas las mujeres, malas y buenas. Creía haber dicho demasiado.

Y a un tiempo, alegres todos con el hallazgo, dijeron los Marqueses y su hijo: ¡El Vivero! ¡Bravo, bravo, eureka! repetía el Marqués . Paco tiene razón, ¡al Vivero! se van ustedes al Vivero. Y la Marquesa: ¡Hermosa idea! ¡Qué gusto! Y nos veremos a menudo antes de irnos a baños.... Don Víctor protestó. ¡Cómo el Vivero! ¿Y ustedes? Nosotros no vamos este año. O iremos mucho más tarde.

Palabra del Dia

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