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Actualizado: 18 de junio de 2025


Nieves, que le miraba de hito en hito, viéndole tan apurado se echó a reír y le puso las manos sobre los hombros. ¿Quieres que me ponga a bailar por la noticia? le preguntó . Dime que , y ya estoy bailando. ¡Pataratas! respondió Bermúdez fingiéndose más contrariado de lo que estaba . Yo no quiero extremos, Nieves: no quiero otra cosa que lo regular.

Se aplicó el dorso de la mano a una y otra mejilla y volvió a reír. Parecía realmente divertida con los celos de Adriana. Aunque todas aquellas manifestaciones eran raras en su carácter de ordinario sereno y dulce, Adriana no pudo advertir, por el momento, nada de anormal. No cabía en de júbilo.

No te enfades, Francisca exclamé, echándome a reír... No te he oído nunca decir las palabrotas de que habla el señor Dormal... No se trata de ti. , , sabes bien que todas esas frases sobre la camarada me dan en pleno estómago. ¡Ah! el muy idiota... ¿Tu estómago?... No, ese capitán del diablo. Vamos, Francisca, tranquilícese usted dijo la de Ribert.

Las señoras parecían inconsolables. ¿Por qué no se había dejado bautizar? ¡Tan interesante que hubiese sido el espectáculo!... Como si yo fuese un mono, amigo Ojeda... como si me hubiese embarcado para hacer reír... Crea usted que siento la tristeza de un grande hombre convencido de la ingratitud de su pueblo.

He aquí una de las ventajas de los que se dedican a graciosos en nuestro país: en sabiendo decir lo que pasa, cualquiera tiene gracia, cualquiera hará reír. Sea esto dicho sin ofender a nadie. El periódico tratará... de todo. ¿Qué menos?

El otro día me echó una loa que ni aquellas con que los inditos te hicieron reir tanto en la fiesta de Xochiapan. La pobre Francisca está más vieja que yo, y ya es tiempo de ello; tiene largos los setenta y cinco, y ha trabajado mucho. Ya es fuerza que descanse.

Tan pronto eran tenientes de la remonta, como señoritos del Caballista, o ingleses jóvenes, empleados en los escritorios, que se entusiasmaban pelando la pava al estilo del país y hacían reír a las niñas con su andaluz chapurreado británicamente. No había muchacho en Jerez que no tuviese su rato de conversación con las desenvueltas marquesitas.

El tiempo todo lo vense afirmó con profético acento la comadre, cogiendo una hilera de puntos que se le había soltado al reír. Siguió Amparo calle adelante, y llamó al tablero de Carmela la encajera; pero con gran sorpresa suya, en vez de abrirse este, se entreabrió la puerta interior que comunicaba con el portal, y se asomó Carmela animada, encendida la tez y con un júbilo nunca visto en ella.

Si alguien enseñaba los espolones dije reprimiendo una fuerte gana de reír, no creo que fui yo... No, joven virtuosa; confieso que debió de ser mi modesta persona la que se agrió con los golpes repetidos que me asestan ciertas malas solteronas... Si las provocas, no tienes más que lo que mereces.

Esa señora doña Voz pública, mi querida Gracia, se arroga hoy el lugar que ocupaban antes los bufones en las cortes de los reyes. Como ellos, dice todo lo que se le antoja, sin cuidarse de que sea cierto; así pues, doña Voz pública ha mentido, prima. Pues decía más añadió la condesa riéndose . Le daba a tu futura dos millones de duros de dote. Rafael se echó a reír.

Palabra del Dia

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