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Actualizado: 18 de junio de 2025
Y, cambiando de rumbo, se ponía a contar aventuras chistosas y pasos divertidos que desarrugaban el rostro de la niña y concluían por hacerla reír a carcajadas. Poco a poco la cesta se iba vaciando y pasando su contenido al armario, que despedía siempre su olor punzante y un poco agrio de lencería lavada.
¡Hombre! Calle usted. ¿Ha escrito algunas obras? Sí, señor: en el año 97 escribió una comedia que no valía gran cosa. Bravo: añada usted que usted entiende mucho de tabacos, fundado en que él hizo el año 97 una comedia... Pero señor, haremos reír al público...
Una señorita de treinta y siete años, muy correosa y espiritada, que se confesaba con él, llegó a decir entre burlas y veras: Padre, ¡qué sería de mí si usted se muriese! Lo cual hizo reir a los circunstantes y pareció molestar un poco al correcto sacerdote. La marquesa quiso prohibirle que pronunciase aquella tarde la plática de costumbre; pero él se negó rotundamente a ello.
Describir la confusión y bulla que allí reinaba fuera imposible; pintar la variedad de sus fachas, la movilidad de sus gestos y la comezón de hablar y reír que les poseía, fuera prolijo.
Y Pepita se mordía los labios para no reír, sin saber ciertamente por qué le regocijaba esta frase que no había encontrado nunca en sus libros cuando la enseñaban francés.
Era un simple dado de albañilería, con las paredes enjalbegadas, cuatro pináculos en sus ángulos y una cúpula de tejas negras. De lejos parecía un morabito, la tumba de un santón, ayudando á esta semejanza los grupos de palmeras de los jardines inmediatos. Castro le había hecho reir muchas veces contándole la historia del difunto general y sus ricos vecinos.
Encontró medio para despachar por la mañana los asuntos particulares y generales, y lo demas del dia se ocupaba en hermosear á Babilonia. Hacia representar tragedias para llorar, y comedias para reir; cosa que habia dexado de estilarse mucho tiempo hacia, y que él restableció, porque era sugeto de gusto fino.
Echóse Jacobo a reír, y Currita le preguntó con malicia: ¿Piensas hacer en el Senado alguna homilía sobre ese texto? No pienso yo hacerla, sino que me la han hecho a mí esta tarde contestó Jacobo.
La condesa les dejó enfrascados en ella y fue a reunirse con sus amigos en el gabinete. Núñez se mostró paradójico y chispeante como siempre, pero más delicado, más insinuante que nunca. Elena no pudo menos de reír muchas veces admirando su gracia y habilidad.
Volví a sacar la cabeza por la ventanilla riendo, y sumergí mi vista extasiada en el radioso espectáculo que delante de mí se ofrecía. Aquel panorama despertaba en mi alma una gozosa emoción. Todo parecía reír. La luz caía como una gloria del cielo sobre los campos.
Palabra del Dia
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