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En otra de esas torres, la llamada de Wakefield, fue asesinado otro rey Enrique VI. Nada ha sido mas común en la historia de Inglaterra que las ejecuciones de reyes y reinas, por obra de los de la misma familia. No por qué hacen los reyes tanto escándalo cuando ven que los pueblos, imitándolos, se hacen los ejecutores.

-No hay duda en eso -respondió Sancho-, que yo he visto a muchos tomar el apellido y alcurnia del lugar donde nacieron, llamándose Pedro de Alcalá, Juan de Úbeda y Diego de Valladolid; y esto mesmo se debe de usar allá en Guinea: tomar las reinas los nombres de sus reinos. -Así debe de ser -dijo el cura-; y en lo del casarse vuestro amo, yo haré en ello todos mis poderíos.

23 Y reyes serán tus ayos; y sus reinas, tus amas [de leche]; el rostro inclinado a tierra te adorarán, y lamerán el polvo de tus pies; y conocerás que yo [soy] el SE

Leonora, al cantar frente a aquel hombre famoso, al agarrar en pleno dúo aquellas manos que habían besado las reinas del arte, sentíase profundamente turbada. Era el mundo soñado en su cuartito de Milán, las grandezas aristocráticas que llegaban hasta ella en el ambiente fuertemente perfumado que envolvía a Salvatti.

Y he aquí cómo las reinas hacen la historia, o, por lo menos, «las historias». Sometido el rey al influjo de la voluntad de la reina, puede ésta llevar al pueblo a un campo guerrero contrario a las conveniencias nacionales, cambiando así el curso de su historia y haciéndole infeliz en vez de venturoso, aunque la ventura colectiva quizá no sea más que un puro sueño abstracto.

En opinión de este autor, los personajes de las comedias españolas sirven para autorizar la inmoralidad, porque no hay dama que no sea noble, bella y astuta; las de clase más inferior han de ser hijas ó hermanas de algún caballero principal; no faltan infantas ni princesas, y hasta reinas y emperatrices, y no sólo se enamoran apasionadamente en el teatro, sino que se muestran también algo ligeras.

Era regalo destinado en otros tiempos sólo a las reinas, pero algunas devotas ricas de la América del Sur conseguían ahora esta distinción. Y menudeaba las liberalidades, viviendo en santa pobreza para poder enviar más dinero al Vaticano. ¡La «Rosa de Oro», y luego morir!...

Doña Mercedes evitaba las visitas á la princesa. Su sencillez de buena creyente la hacía sentir miedo por las reinas que duran siglos y por aquellos salones obscuros con muebles viejos que parecían palpitar á impulsos de una vida misteriosa. Prefería la conversación plácida y saludable con los sacerdotes mantenidos por ella.

Cuando el cocinero le vio en tal estado continuó la abuela , le agarró por la pata y le tiró por la ventana. Entonces el viento se apoderó de él. «Viento gritó Medio pollito , mi querido, mi venerable viento, , que reinas sobre todo y a nadie obedeces, poderoso entre los poderosos, ten compasión de , déjame tranquilo en ese montón de estiércol

¿Quién sabe si serían algunas costurerillas, algunas profesoras de primera enseñanza que habían venido a oposiciones, o algo no menos cursi, aquellas dos que le habían hecho hacer lo que no hizo jamás ni por reinas y emperatrices? El Conde de Alhedín se guardó muy bien de contar en el Veloz-Club su conato frustrado de persecución y el desdén con que le habían tratado las dos desconocidas.