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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Nacho crecería, Nacho tendría que estudiar, Nacho sería mozo, Nacho sería un hombre; y ¡ay de él! si mientras recorría este sendero largo y escabroso, no se cuidaba nadie de educarle como era debido para que el espíritu no se corrompiera dentro de un cuerpo mal oxigenado. «No tiene escape, Lucrecia.
Al cabo de cerca de una hora, recorría con extrema alegría la última hoja del legajo número 115, cuando vi entrar á la señorita de Porhoet arrastrando con trabajo un enorme paquete envuelto con bastante limpieza en una tela blanca. Buenos días, amable primo me dijo, habiendo sabido que trabajaba usted por mí esta mañana, yo he querido hacerlo por usted. Le traigo el legajo número 116.
El desgraciado poeta, con el rostro contraído, echando miradas de socorro a todas partes, se dejaba sacudir como un hombre a quien conducen a la cárcel. Arbós, ¿no cree usted que he llevado mi venganza demasiado lejos? Para no destruir el efecto de la frase se marchó bruscamente. Todas las noches recorría dos o tres tertulias, donde se celebraban su gracia y sus ingeniosidades.
No hacía aún tres meses que recorría el mismo camino, bajo la influencia de mis ensueños de felicidad, y con la embriaguez de mis hipótesis alegres a cerca del porvenir, que cría tan bello!... mientras que entonces, me pareció el camino cubierto con jirones de mi dicha.
Una joven había saltado por la ventana del convento, cayendo sobre unas piedras y matándose. Casi al mismo tiempo, otra mujer salía por la puerta y recorría las calles gritando y chillando como una loca. Los prudentes vecinos no se atrevían á pronunciar los nombres y muchas madres pellizcaron á sus hijas por dejar escapar palabras que podían comprometer.
Parry llegó á descubrir algo, avanzando atrevidamente en un trineo-barca, que unas veces flotaba y otras recorría los hielos. Pero éstos invariables en su camino del Sur, le llevaban siempre hacia atrás, de suerte que tampoco logró franquear el paso.
La solterona después del mercado recorría las casas de la nobleza para pregonar aquel exceso de caridad con que ella y su hermana daban ejemplo al mundo. Si ustedes la vieran decía está desconocida; se la ve engordar. Parece un globo que se va hinchando poco a poco. Verdad es que aquella Águeda tiene unas manos.... En fin, ustedes saben por experiencia cómo guisa mi hermanita.
Acompañada del inspector y algunos guardias recorría incesantemente los parajes más apartados en pos de cualquiera vaga noticia, cruzando, como una Dolorosa, las calles en busca de su hijo. Mientras tanto, D.ª Carolina y Presentación experimentaban fuertes ataques de nervios. El mismo Mario se veía necesitado a apelar a los antiespasmódicos para no ser presa de ellos. Amaneció por fin el martes.
No me atrevería a decirle a usted que aquello fuese una composición poética, pero lo cierto es que la combinación sonora de los vocablos se parecía mucho a los versos. En el mismo momento en que llegaba yo a ese punto de mis reflexiones, apareció delante de mí, en la misma avenida que yo recorría, nuestro amigo de siempre, el señor D'Orsel, acompañado de sus dos hijas.
No tenía la expresión dulce de los ojos de María Teresa, sino una mirada fría, severa, que parecía reprochar a Juan la audacia de su evocación. Y trastornado por aquella dualidad de sensaciones que simultáneamente lo afligían y le daban vagas esperanzas, recorría el jardín como un loco. En su paseo incierto llegó cerca de la casa.
Palabra del Dia
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