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Actualizado: 9 de junio de 2025


Mientras su mirada recorría las líneas impresas, su espíritu estaba ausente, preso en la vecina estancia, de la cual solamente le separaba una puerta; así, pues, escuchaba las frases con que Magdalena seguía expresando su indignación contra el peluquero y las reprensiones que dirigía a la costurera, y hasta oía cómo su impaciente piececito golpeaba el pavimento del tocador.

Oh, cuantas veces paseando. En una tarde tranquila, Al sentarnos cavilosos Del ancho mar á la orilla Con el baston, en la arena Mil caractéres ponia: Ya una palabra aislada Signo de melancolía; Ya una linea caprichosa Cual la idea fugitiva: Ya una letra mutilada Cual del infeliz la vida. Y sin pensar de repente, Si estas lineas recorria Encontraba escrito en ellas: «¡Ay, no tener una hija

No, Bertrán trabaja por la mañana, y Jaime no llegará de Viena hasta de aquí a unos días. ¡Y yo que recorría la gran avenida todas las mañanas, en busca de ustedes!... dijo Martholl. ¿A qué hora va usted? Un poco tarde; no soy madrugador, a causa del Club. Se queda uno hasta demasiado tarde.

Y todos sin hablar, mirándonos con el ceño fruncido. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué iba a decir? Preciso es que piensen un momento en esto. La enferma, por su parte, arrancaba a veces sus ojos de los míos, y recorría con dura inquietud los rostros presentes uno tras otro, sin reconocerlos, para dejar caer otra vez su mirada sobre , confiada en profunda felicidad. ¿Qué tiempo estuvimos así?

Nada de esto sucedía ahora. El cielo comunicaba su alegría a la ciudad y la ciudad la comunicaba al corazón del que la recorría. Por las grandes ventanas enrejadas mis ojos exploraban sin obstáculo lo interior de las viviendas. En una cosían dos jóvenes vestidas de blanco, con rosas en el pelo. Al observar la mirada insistente que les eché, sonrieron burlonamente.

El presidente de Castilla recorría los lugares de la provincia, acompañado del verdugo, para despojar a los labradores de sus escasas cosechas. Los recaudadores de tributos, no encontrando qué cobrar en los pueblos, arrancaban las techumbres de las casas, vendiendo las maderas y las tejas.

Yo no conté en el convento mis aventuras fantásticas; dije que era un «tourista» curioso que recorría, tomando apuntes, el mundo entero. Y esperando que mi oreja cicatrizase me abandonaba en una dulce laxitud de alma, a aquella paz del monasterio. Mas estaba decidido a dejar bien pronto la China; ese Imperio bárbaro que ahora odiaba terriblemente.

Sobre el lecho de muerte yacía su madre, el único ser de él querido, y al lado, de pie, contemplábala un hombre severo, casi repugnante: su padre. Sucedíanse los demás actos del drama con toda fidelidad. Don Alejandro recorría las principales capitales del mundo, en busca de distracción; pero todos huían de él, como si fuese un ser infecto: con lo cual se agriaba su carácter más y más.

Una noche, hallándose sola, corrió furiosa a la reja, se agarró a ella, deseosa de hacerla pedazos, y a gritos, que alborotaron la calle, decía: «Y, sin embargo, soy noble. ¡Jueces, notarios, abuela, gente toda que me tenéis aquí, yo soy noble!». Luego recorría de un ángulo a otro el cuarto con las manos en la cabeza, gritando: «Soy noble, soy noble.

Orsi tiene un monóculo. Este monóculo ha sido el origen de su amistad con Azorín. Un hombre que gasta monóculo es, desde luego, digno de la consideración más profunda. Esta tarde Orsi recorría indolentemente las calles. De rato en rato Orsi se ponía su monóculo y se dignaba mirar a estos pobres hombres que viven en un pueblo.

Palabra del Dia

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